"Mefistófele"

palau de les arts

De Arrigo Boito. Int.: Ildar Abdrazakov,

Ramón Vargas, Yannick-Muriel Noah, Lucrezia García, María Luisa Corbacho,

Javier Agulló. Orquestra de la Comunitat Valenciana, Cor de la Generalitat Valenciana, Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats. Dirección: Nicola Luisotti. 27 de abril. Tiene algún sentido gastarse 380 millones de euros en un teatro de la ópera para acabar representando óperas en versión concierto?

Lo llamativo no reside tanto en el hecho, pues más de un coliseo operístico recurre a la fórmula, sino en lo extremoso del fenómeno, en la abismal distancia entre lo invertido y el resultado. De alguna manera esta circunstancia podemos entenderla como una metáfora de la obra interpretada: Mefistófele. Las ambiciones musicales de Arrigo Boito, inmejorable libretista del último Verdi, excedieron lo razonable.

Emulo de Wagner, se embarcó en llevar a las tablas una obra irrepresentable, el Fausto de Goethe, y acabó estrenando una ópera de más de cinco horas. Fue un fracaso y lo que ahora oímos es el resultado de una reducción drástica de aquella. Y la "poda" se nota en lo absurdo del libreto -¡ese "aquelarre clásico" (!) que hunde el efecto dramático del sacrificio de Margarita!- y en lo deslavazado del conjunto.

Y, sin embargo, los fragmentos resultantes encierran excelente música, como lo supo ver el director Nicola Luisoti, que extrajo toda la belleza y rotundidad de la orquestación de Boito.

Tanto la orquesta como los coros mantuvieron el alto nivel al que nos han acostumbrado. Tal vez el director adelantó en el epilogo el fortísimo final, aplastando a Mefistófele (Ildar Abdrazakov). El bajo ruso compuso un diablo inolvidable. Poseedor de una voz privilegiada, su canto fue expresivo, sin caer en el mal gusto. También muy bien las dos sopranos, Yannick-Muriel (Margarita) y Lucrezia García (Elena), aunque el más conmovedor personaje de la primera la destacó en el favor del público.

Ramón Vargas (Fausto) no tuvo su noche. Dubitativo, sin proyectar la voz, pendiente de la partitura y leyendo las notas más que interpretando, dejó pasar la gran aria del primer acto y sólo al final fue recuperando algo de aplomo. Los secundarios cumplieron.

Un Mefistófele notable al que le faltó, evidentemente, la escena.