Hace unos meses que el sector cultural está sufriendo de primera mano algunas de las consecuencias de esta crisis global que está afectando estructuralmente al país, y es que, más allá de una crisis temporal, se trata de una crisis estructural que probablemente afecte todas las bases sociales, económicas y políticas con las que se ha ido constituyendo el Estado del Bienestar. En este sentido, el sector cultural ha visto cómo se veían reducidas(cuando no canceladas) ayudas, se cancelaban proyectos culturales, se eliminaban puestos de trabajo, y se cuestionaban instituciones, dando como única causa de esta recesión la falta de fondos económicos para sufragarlos. Pero, en ningún caso, los dirigentes políticos han propuesto o planteado un cambio en el sector cultural, tanto a nivel político como a nivel estructural.

Es necesario reconcebir y reorientar las políticas culturales públicas. En un nuevo contexto económico como el que nos encontramos no es viable la realización de actividades y proyectos culturales motivados por la visión o interés personal de los gestores públicos; es hora de tomar en consideración las necesidades culturales de los ciudadanos y permitirles la participación directa a la hora de definir las prioridades culturales de la comunidad. Es necesario pasar de una cultura del espectáculo a una cultura de la ciudadanía.

El ciudadano ha de recuperar la centralidad de la política cultural, y no sólo de la política sino también de la vida cultural de la comunidad. Por suerte, nuestra sociedad cuenta con profesionales capacitados para llevar a cabo procesos de implementación de políticas culturales participativas y centradas en las demandas culturales de los ciudadanos. Los gestores culturales han obtenido una formación superior, de carácter práctico y conceptual, que les permite contar, no únicamente con las herramientas necesarias, sino también con el conocimiento, la sensibilidad y las competencias para ello. Depositar la confianza en los gestores culturales profesionales es fundamental para implementar políticas culturales para el desarrollo con los criterios, entre otros, de eficiencia y responsabilidad.

Y es que la cultura es un sector clave para el desarrollo desde el momento en que el concepto de desarrollo va íntimamente ligado al grado de bienestar que presentan los individuos de una sociedad. En este sentido, la cultura, en tanto que fortalece la cohesión social y desarrolla la identidad local, se convierte en una necesidad humana. No en vano, Jon Hawkes demostró que todas las acciones que persigan el desarrollo de la sociedad se basan en cuatro pilares, y la cultura entre ellos.

En la situación de crisis económica en la que estamos inmersos, antes de limitar la acción cultural, debemos reconcebir las políticas culturales orientándolas al desarrollo, recuperando la centralidad en el ciudadano y contando efectivamente con los profesionales capaces de implementarlas con criterios de eficiencia, calidad y responsabilidad.