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ecuerdo a un emocionado Xavi Mariscal en el Teatro Olympia el día de la presentación en su Valencia natal de Chico&Rita, la película de animación que ha hecho junto a Fernando Trueba y que acaba de ser seleccionada (¡¡¡bieeeennnn!!) como candidata al Oscar en el apartado de animación, después de haber conseguido ya el Goya y el Premio del Cine Europeo en la misma categoría. El papá de Cobi, aquel perro ya legendario, nos pidió entre aplausos -hubo también alguna lagrimita, pero no se lo digáis a nadie- que practicáramos el boca oreja si nos había gustado su historia cubana y norteamericana, habanera y neoyorkina, llena de la mejor música, que recomendásemos a los valencianos que fuesen a verla, especialmente en el primer fin de semana de exhibición, porque resulta que para el resultado taquillero de una peli, el que permite recuperar la inversión para poder hacer más, el que decide el éxito comercial, los tres primeros días de exhibición son fundamentales. Aquella cinta que no funciona bien durante el primer fin de semana difícilmente lo consigue después.

Fui uno de los que me desgañité recomendándola a amigos, menos amigos, conocidos e incluso algún enemigo. Les pedí que no se la perdiesen, les expliqué que no era una cinta de dibujitos para niños, ni siquiera una de esas excelentes de la factoría Pixar, que era una historia llena de carne y de sentimientos, de luces y ciudades, vivencias y desventuras, pero sobre todo una historia de amor -incluso con sexo dibujado- con mucho ritmo, en la que Estrella Morente ponía su voz y Bebo Valdés, a los 92 años, su música; una cinta llena de referencias donde están los ritmos afrocubanos, el bolero, Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Chano Pozo, Thelonious Monk y hasta Nat King Cole.

Vistos los resultados de recaudación y espectadores, muchos más de la mitad no me hicieron caso, seguro. El público valenciano, y el español en general, no respondió a la propuesta cinematográfica de Chico&Rita. Las cifras indicaban con toda su contundencia que el número de espectadores fue pequeño, que la afluencia a las salas donde se proyectaba más bien escasa. La del valenciano Mariscal, uno de nuestros más geniales emigrantes, se convirtió en una película española -otra- mal entendida, o ni siquiera eso. El público le dio la espalda y pinchó en la prueba del algodón cinematográfico que son esos primeros días de exhibición. Desapareció de la cartelera.

Pero luego se sucedieron los premios. Llegó el Goya, el José María Forqué, también el de Mejor Película Europea de Animación, y ahora esta selección para los Oscar de una propuesta genuina, apasionante y diferente dentro del panorama cinematográfico. Le deseo, debemos desearle, todo lo mejor, una segunda oportunidad como la que, por ejemplo, tuvo Tesis cuando Amenábar era un perfecto desconocido, gracias a unas nominaciones a los Goya que permitieron pasar de un estrepitoso pinchazo comercial a una triunfal vuelta a las pantallas, las mismas de las que fue retirada en un visto y no visto, a la que hoy es una cinta de culto de un director oscarizado por Mar adentro.

Estemos preparados para ver a Mariscal, el señor de Palo Alto, el diseñador más divertido y dicharachero, el papá de un perro olímpico, recogiendo un Óscar y agradeciéndoselo a quién sabe quién, mientras toda la familia de Hollywood se hace cruces sobre lo mucho que se parece a Woody Allen ese tipo valenciano. La mejor manera de hacerlo es ir a ver Chico &Rita. Ya tardas.