Tiene actualmente reunidos en el IVAM cincuenta años de su propia historia artística y en unos días mostrará lo último. ¿Recorrer con una mirada tanto tiempo, aunque sólo en abstracción, genera una sensación de...?

Ante todo no siento nostalgia. En mi estudio estoy rodeado de obra de todos los periodos y convivo a diario con ellas. Pero sí veo ahora que el Informalismo fue fundamental para mí. Creo que ha estructurado todos mis períodos. Tuve una etapa figurativa porque quise ser coherente. Si en los años sesenta dejé el Informalismo fue porque no quería academizar ese grito de libertad y volverlo retórico. También quería hacer una obra que encontrara a un espectador más cercano.

¿Por qué diría ahora que se produjo esa ruptura y el salto hacia la pintura social y política ?

Me di cuenta de que nuestros seguidores eran reducidos y yo quería hablar de otros temas. Los medios de comunicación ofrecían una nueva imagen de la libertad y la Democracia. Ahí sí se produjo un periodo de búsqueda y la solución la encontré en la tercera dimensión y en la figura del hombre y la política. Pero también llegó un momento en que creí que lo había dicho todo y sentí la necesidad de volver a la abstracción.

¿Cómo vive ese proceso un artista, con la sensación de agotamiento, de aburrimiento en el estudio?

No, en mi caso fue intuitivo. Podría haber seguido haciendo lo mismo una y otra vez: vendía, tenía mis galerías, pero necesitaba otro tipo de comunicación, la propia necesidad de volver a la pintura. Con el fin del Franquismo la búsqueda ya era otra. Esos periodos no son fáciles y a veces tienes la sensación de estar perdido. Un artista no cambia de un mes para otro sino que la obra es la que marca el camino. En esos momentos difíciles muchos artistas no quieren ir al estudio porque no saben con qué se van a encontrar.

El Paso marcó un antes y un después en una época complicada y de iniciación al arte contemporáneo para nuestra sociedad. ¿Se sintieron entendidos?

Sí. En el Informalismo sí hubo un antes y un después de El Paso. Nuestra generación tuvo un gran éxito en todo el mundo. Pero las nuevas generaciones tenían que matar todo eso, tenían que matar al padre.

¿Aún tiene esa sensación?

Por supuesto. Lo han manifestado artistas como Gordillo, que fue un poco el puente, aunque en sus inicios fuera también informalista. Pero ellos querían hacer cosas diferentes. Otro fue José Guerrero que viviendo en Nueva York se instaló en Madrid a raíz de nuestro éxito pero trayendo el color de la pintura americana. Eso sirvió a las nuevas generaciones para buscar otras alternativas con la que romper con El Paso y establecer fronteras. El Informalismo había cumplido su tiempo y por eso los artistas se pasaron a la figuración a fin de recuperar la tensión del momento. Ese fue el caso de Genovés, de Arroyo...

¿Quién de El Paso diría que fue el artista más brillante y al mismo tiempo el más incomprendido?

No podría decirlo. La Historia está abierta. La Historia es la que borra o mantiene, la que juzga.

¿Pero la Historia ha sido lo suficientemente justa?

Justa es una palabra excesiva. Sí se le ha dado la importancia al grupo que debía de tener.

¿Cómo está el arte?

Hay una enorme confusión. Hay muchos síntomas. Hay excesiva información, muchas prisas por llegar. Son otros tiempos. Las escuelas tampoco enseñan a pintar. Las grandes manifestaciones como ARCO reclaman algo espectacular e inmediato. Ahora se busca esa obra que llame la atención y a veces no basada en la calidad sino en lo llamativo. Esto genera un margen excesivo para los jóvenes artistas. Pintar no es difícil, lo difícil es pintar bien. Pero aún así hay mucha creatividad y energía.

Quizás un peso del mercado como el de ahora también hubiera influido en la producción de su generación.

Seguramente, pero nosotros no trabajábamos pensando en vender. Los museos también tienen un papel diferente al que tenían antes: agrupar y conservar. Antes recogían y ahora lo que quieren es lanzar tendencias. Eso crea una tensión. Pero también estoy interesado por las nuevos lenguajes, colecciono arte de jóvenes creadores. En todo ese ruido hay gente muy valiosa.

Sin ir más lejo, su hijo, Daniel Canogar, trabaja sobre las nuevas tecnologías. Nosé si las inquietudes y preocupaciones serán las mismas que las usted tenía o tiene.

El artista joven tiene unas nuevas herramientas y es lógico que trabaje con ellas. Yo pertenezco a una generación y no quiero salirme de ella. Soy hijo de esa generación en todos los sentidos y no quiero olvidarme. Lo que me sigue preocupando es la reiteración. Hay que regenerarse.

¿Aunque se continúe poniendo fecha de caducidad a la pintura?

He visto supuestas muertes de la pintura en más de una ocasión. La pintura es una necesidad y una constante

Pero sí se ha vuelto demasiado acomodada.

Alguna puede que sí. Pero estamos hablando de la buena pintura. Puede que exista actualmente algo más de superficialidad, pero la pintura que yo defiendo y la que hago no es cómoda. Es muy esencial, muy desnuda: el gesto llevado al límite.

Y esa evolución también lleva un sello de cierto formalismo.

Eso quizás tenga que ver con mi formación con Vazquez Díaz que fue un postcubista. Siempre me ha interesado el control de la forma.

¿Qué es hoy abstracción?

Abstracción siempre fue una palabra poco adecuada. Ni si quiera Malévich podría saberlo. La pintura es un rincón de la naturaleza visto con un temperamento que reacciona a las emociones, a la materia, a la forma, a lo que te rodea...