Los «bous al carrer» son el espejo de las tradiciones de los pueblos valencianos. Prueba de ello son las diferentes modalidades que se desarrollan a lo largo de la Comunitat Valenciana, bien fruto de la historia local o importadas de otros lugares de España. La riqueza de los festejos taurinos populares en Castelló, Valencia y Alicante es un aliciente para los aficionados a lo largo de la intensa temporada.

En esta modalidad, al toro se le ata por los cuernos, haciendo que el lazo quede fijo sin presionar la testuz de animal. Esta suerte es una de las costumbres más antiguas que existen en los festejos taurinos populares. Se hacía de esta manera porque en la antigüedad no existían barreras en los pueblos, y, en caso de percance, era más fácil apartar al toro.

Hoy en día aún existen muchos lugares que celebran el «bou en corda», como Ontinyent, Gestalgar, Chiva, Bugarra o Cheste, en la provincia de Valencia, entre otros; y Burriana, Onda y Les Alqueries, en Castelló. Pero también fuera de nuestra comunidad autónoma, como en Beas de Segura y Arroyo del Ojanco, en Jaén; Lodosa, en Navarra; Carcabuey, en Córdoba; Benavente, en Zamora; municipos del País Vasco; Allariz, en Ourense; y Teruel o Cuenca, entre otros muchos lugares.

Otro festejo popular que tiene personalidad propia es el «bou embolat». Este festejo nació, entre otras cosas, para alargar la fiesta taurina a las noches de verano, y, de este modo, poder ver por dónde iba el animal. También encontramos referencias de este nacimiento si nos remontamos 2.000 años atrás, cuando las batallas de Aníbal y los saguntinos.

El «bou embolat» consiste en colocar unos «ferraches» (unos artilugios de hierro) a los cuernos del toro. Los «ferraches» tienen una base con unas bolas de cáñamo mezcladas con resina, cera y petróleo para que arda, y bien prensadas para que no goteen.

Los animales no sufren tanto como se critica. De hecho, en la Comunitat Valenciana hay toros que sólo se crían para embolarse, llegando a participar hasta en 40 emboladas al año, y así durante toda su vida.

Actualmente, estos festejos se celebran sólo en las comunidades autónomas de Castilla y León, Comunitat Valenciana, Aragón y Cataluña, aunque anteriormente también se daban en Madrid, Extremadura y Navarra, pero las nuevas reglamentaciones autónomicas los prohíben.

Además de los «ferraches», hay otro sistema de embolar, el más antiguo, que es el denominado «yuguete». Se trata de un yugo pequeño que se coloca detrás de los pitones, por encima del morrillo, y que se engancha con dos abrazaderas alrededor de la mazorca del pitón. Sobre el yugo salen dos varillas con las bolas de fuego a una distancia de unos 30 centímetros para que no moleste al toro. Esta modalidad es más típica en Aragón. En algunos lugares se les coloca, además, un collar de campanillos, como se hacía también antaño para que al acabarse las antorchas, los aficionados pudieran detectar al toro.

En la actualidad hay tantas cuadrillas de emboladores que, al igual que ocurre en los concursos de recortadores, se celebran certámenes de emboladores. Aunque el proceso de colocación de los aparatos apenas dura un minuto, de media, hay cuadrillas que son capaces de realizarlas en poco más de 3 segundos.

Los «bous a la mar» son una costumbre muy mediterránea. Comenzó cuando los marineros decidieron celebrar fiestas con vacas en los muelles de sus puertos y tanto gustó esto que se fue extendiendo a lo largo de la costa, desde Tarragona hasta Alicante. Aunque los más conocidos son los de Dénia, también se celebran en otros municipios de Alicante (como Xàbia o Moraira), de Tarragona (como Tortosa) o Castelló (como Benicarló). En esta última localidad, los animales se lanzan al mar persiguiendo a algún aficionado, pero son rápidamente rescatados por unos barqueros que les devuelven al recinto a través de una rampa.

También se celebra esta modalidad en el País Vasco, aunque el animal no lo tiene tan fácil para lanzarse al mar.

En la Comunitat Valenciana y en otras comunidades como Cataluña, Navarra, Aragón, La Rioja y País Vasco, se celebran concursos de toros, vacas y ganaderías. Para ello se necesitan reses autóctonas, que sean ágiles y resabiadas, requisito que sólo se puede cumplir en estas zonas, ya que en el resto, el reglamento taurino obliga a sacrificar a los animales que ya han participado en un espectáculo.

Esa particularidad es muy apreciada por los aficionados. Tanto que se desplazan en masa cuando se les ofrece un buen concurso de vacas o de toros. En estos festejos se colocan varios aparatos en el ruedo, como un banco, un tablado o una escalera en forma de pirámide. Gana el animal que más trabaja en ellos. Ha habido astados míticos que han pasado a la historia por su inteligencia y su forma de concursar, llegando a llenar las plazas y haciendo rico a su propietario, como es el caso del famoso toro Ratón.

El encierro es otra de las suertes más antiguas que existen. Esta modalidad comenzó porque los animales se tenían que trasladar de un sitio a otro y, claro, antiguamente se hacía a caballo acompañados de bueyes, que era el único medio de transporte existente. Lo mismo sucedía cuando se trataba de traer los toros al pueblo para las fiestas, los vecinos esperaban la llegada de la manada y los acompañaban hasta los corrales a pie o corriendo. Ahí nacieron los encierros actuales.

El más conocido es el de Pamplona. Pero hay muchos pueblos de la Comunitat Valenciana que también celebran encierros con toros cerriles y, más aún, encierros con vaquillas al mediodía, sobre todo en la provincia de Castelló.

En la localidad de Pedreguer (Alicante), cubren el recorrido del encierro con un cañizo mientras los quintos del año en curso intentan frenar y espantar a las vacas con varas (sin golpearlas), siendo un espectáculo digno de ver.