El anuncio en el cartel ferial de la participación de Vicente Ruiz «El Soro» ha provocado preocupación de los mentideros indígenas. Por todos son conocidas las carencias físicas del honesto matador de Foios y también ha sido muy comentado el esfuerzo de torero, tan popular, para asumir con garantía este reto.

Tal circunstancia suscita debate entre dos posturas lógicas. Por un lado, están quienes se oponen a la ocurrencia por temor al riesgo que entraña. Por otro, hay quien entiende que el diestro, por su experiencia e historial profesional, merece ser atendido en su decisión.

La prueba histórica exagerada, pero a tener en cuenta, y el perfil de estilo del Soro, son argumentos negativos para la cita comentada. Bastará recordar los intentos del Tato en la temporada de 1871, que derivaron en una manifestación de impotencia, indudablemente dolorosa para aquella importante figura. Y si nos atenemos a las características del toro sorista, es indudable que la fuerza física „en el estallido mediterráneo de los garapullos y en el ejercicio de las suertes„ aparece como fundamento de su lidia. Por el contrario, los partidarios de su presencia, en el curso de Ruzafa, recuerdan el coraje frente al toro exhibido siempre por Vicente en la década de los ochenta, superando la grave sequía de toreros valencianos y devolviendo a Valencia el interés por la fiesta. Lo que imposibilita la negativa a su petición.

Independientemente de optar por una solución, si esta tarde se realizara el paseíllo del Soro, se impondría una sola postura de respaldo y respeto a la voluntad del coletudo, dado musculoso al colosal esfuerzo que representa su atrevimiento.

En definitiva, los argumentos lógicos debatidos en esta cuestión, impiden una deducción resolutiva, en la línea de Bertrand Rusell, cuando afirma que «la lógica es el arte de no sacar conclusiones».