Hace apenas tres años, el FIB, que hoy exhibe músculo orgulloso, observaba el futuro con un sombrío halo de incertidumbre. Faltaban unos días para la edición de 2013, la que anduvo cerca de no celebrarse: medraba la competencia, afloraban las deudas, el montaje de los escenarios estaba parado y el fantasma de la cancelación planeaba por Benicàssim. Los juegos en la bolsa del anterior propietario, Vince Power, desembocaron en concurso de acreedores. El FIB capeó aquel año a duras penas y, desde el siguiente, ya bajo el mando de Melvin Benn, actual director de la cita, ha reconducido una situación límite. El FIB de este año ha convertido en certezas las impresiones del pasado.

La reinvención es un hecho. Si la edición de 2016 presume de cifras e impactos sociales y económicos es porque se ha ido acertando con las teclas. Recuperar público nacional, sin perder la vitola de evento internacional, y abrir el abanico de edades que se sientan representadas en el festival han sido los dos objetivos de la organización del FIB, que ayer cerró la XXII edición con el rapero estadounidense Kendrick Lamar a la cabeza.

«¿Qué puedo decir? La palabra increíble no hace justicia». Melbin Benn, director general de Maraworld, articuló en la rueda de prensa de balance del festival un discurso de corte triunfalista. En el hotel Bonaire de Benicàssim, entre agradecimientos a los cabezas de cartel y a cada uno de los artistas en liza, extendidos a las instituciones, las fuerzas del orden y a los propios fibers, Benn calificó el FIB como «el mejor festival de España», «con el mejor cartel de Europa». «Un festival deslumbrante», sentenció, y lo cierto es que las cifras respaldan la felicidad de la dirección. El FIB registró a 161.000 asistentes (el año pasado se quedó en 115.000), y colgó el cartel de no hay billetes el sábado, con 46.000 espectadores que acudieron al reclamo de Muse. Son las mejores cifras para el FIB desde el año 2011, el año de los excesos. Susana Marqués, alcaldesa de Benicàssim y Javier Moliner, presidente de la Diputación, escoltaron a Benn en la comparecencia.

La maquinaria no se detiene. Hoy salen a la venta los primeros abonos a precio especial. En el FIB que ayer terminó, el 48 % de los espectadores fueron ciudadanos de Gran Bretaña e Irlanda (los partidarios del Brexit «no saben lo que hacen», dijo Benn, para matizar luego que una salida británica de la Unión Europea no afectará al festival). El público español supuso el 46% del total. El 6% restante llegó desde distintos puntos del mundo. También con los medios acreditados, un total de 324, con periodistas procedentes de Francia, Italia, Canadá, México, Portugal, Alemania y Grecia, además de Reino Unido y diferentes puntos de España.

En cifras, el festival osciló de los 35.000 espectadores del jueves a las 46.000 del sábado. Viernes y domingo acogió a unos 40.000. Más de 15.000 se alojaron en las distintas zonas de acampada. La ocupación hotelera en Benicàssim y Castelló alcanzó el pleno. Asimismo, el 80 % de los 1.300 empleos generados directamente fueron en la Comunitat.

Desfile de artistas

En lo musical, el festival también ha transcurrido a un ritmo ascendente. El jueves el escenario principal osciló entre el hip hop y la electrónica, con Major Lazer, Skepta y Soulwax a la cabeza. El viernes el FIB engrasó la maquinaria. Las guitarras ganaron peso: de Biffy Clyro a Vaccines. La función la culminaron unos clásicos: The Chemical Brothers siempre están en forma.

El sábado Muse justificó el tirón mediático de su nombre, que se tradujó en recinto lleno. Su mastodóntico show precedió la electrónica de Disclosure, con Neuman o Echo & The Bunnymen reivindicando los escenarios secundarios. También ha funcionado ahí el festival. La carpa FIB Club puso el foco en la escena nacional. En total, una inagotable oferta de un centenar de artistas.