El MuVIM abre la puerta a los años posteriores a la Guerra Civil, un tiempo en el que la animación vivió su época dorada. Aun así, por lo que respecta a la animación valenciana se trata de un pasado olvidado, un pasado que se ha visto eclipsado a lo largo de la historia por la producción de animación que durante esa época se centró en la ciudad de Barcelona. De hecho, la falta de información al respecto es lo que le hizo a Raúl González, comisario de la exposición «Pioneros de la Animación valenciana: 1939-1959» que hasta el próximo 4 de febrero se podrá disfrutar en el MuVIM, investigar al respecto. «Dedicarse a la animación desde València era muy extraño», asegura Raúl González.

Rafael Company, director del MuVIM, comentó ayer en la presentación de la muestra que «el objetivo es complementar la oferta cultural que ofrece València». Además, asegura continuar así con el interés de la institución por el cine, cómic y la ilustración valenciana.

La exposición alberga todo tipo de manuscritos, bocetos, juguetes, maquetas e instrumentos de trabajo de la época. La sala, ambientada con una música que recuerda al cine mudo, abre con la obra de Patricio Payá, un artista de la animación que se diferenció de sus compañeros al crear películas en papel y no en celuloide. Cintas de un metro de largo en las que Patricio Payá mezclaba su ingenio y gracia en personajes como Mikito.

Una vez contemplados los metrajes de Payá, aparecen los restos de la obra del guatemalteco Carlos Rigalt, y es que como asegura Raúl González, el 75 % de la producción valenciana de la época ha desaparecido. Del legado que se conserva hoy, prevalecen principalmente las producciones de uso doméstico.

Rigalt, que al regresar a Guatemala tras veintitrés años en España renegó de su pasado como animador, se desmarca de la corriente más americana y crea un personaje para cada cortometraje. Además, trabajó con el estudio más importantes de la época, Cifesa, sin embargo, debido a la gran ausencia de material, este autor suscita algunas dudas: hay constancia de que presentó cuatro proyectos al comité de censura, pero, como sospecha González serían únicamente tres los que realmente filmó. Lo que sí está claro es que este es el autor de las primeras películas valencianas de animación de las que se tiene constancia.

El tercer y último artista que aparece en la exposición es Pérez Arroyo, aunque en este caso no se entiende su historia sin la ayuda de su familia: padres, hijos y cónyuges trabajaban en el negocio familiar. La exposición, de hecho, recrea el estudio donde creaban sus personajes en los años 40. Al contrario de lo que hizo Payá, la familia Pérez Arroyo hizo varios seriales de un mismo personaje, como Quinito, un niño travieso que protagonizó siete series, entre ellas «Quinito náufrago» o «Quinito fotógrafo». Con la aparición del No-Do, que supuso el principio del fin del cortometraje, la familia diversificó su negocio y comenzó una nueva etapa en el cine doméstico así como en los anuncios y los tebeos protagonizados por los mismos personajes de los seriales.

Contactos con Disney

Lola Pérez Fayos, nieta de Pérez Arroyo ha sido una de las grandes depositarias de la colección. «Sabía, por la ilusión de Raúl (González), que iba a salir de cine», bromea. Uno de los misterios de esta familia, que, como la mejor de la películas da lugar a la imaginación, es su relación con la factoría Disney. Hoy por hoy se conserva un sobre de la factoría, aunque no se conserva el contenido. «Podría haber sido una carta de apoyo», especula Pérez Fayos, que desconoce el mensaje de la carta. Sin embargo, González apuesta por que la familia, tras la caída del cortometraje con la llegada del No-Do, se puso en contacto con Disney para seguir trabajando este formato y la familia le habría enviado «Quinito sangre torera», que recibió el segundo premio del Sindicato Nacional del Espectáculo (precursor de los Goya).

Tras atravesar la recreación de un salón típico de la época, nos adentramos en una sala en la que se proyectan todas las películas que se han podido recuperar y que han sido digitalizadas. «La recuperación de las películas es la joya de la exposición», asegura Amador Briñó, jefe de exposiciones del MuVIM. La música de estas proyecciones es el hilo conductor que envuelve el recorrido desde los inicios del cine en papel hasta estas proyecciones finales.