Por el Madrid de los años 70, Ferrán Garrido -periodista de la delegación de TVE en la C. Valenciana- ya soñaba con introducirse en los círculos literarios de la poesía. Vicente Aleixandre fue su impulsor. El poeta, acostado sobre su cama, se giró hacia Ferrán para confesarle que su espíritu no pertenecía a la época en la que vivía, que él era un ilustrado de ideas fuertemente aferradas a la condición humana.

Un chispazo que dio el pistoletazo de salida a una vida dedicada a la escritura. Aunque lo que comenzó como una mera escritura ensimismada y dedicada a sí mismo, se convirtió con el paso de los años en la vocación de publicar. Y así lo ha hecho con su último libro, Reflejos, un recopilatorio de poemas escritos desde hace ya cuatro años. Una obra que presentará el próximo miércoles, 7 de febrero, en el Ateneo Mercantil de València, a las s19 horas, lugar del que forma parte de la dirección. Este libro, además, combina los versos de Garrido con las imágenes del fotógrafo Pedro Ignacio Fernández.

Sus referentes, como el de muchos otros, pasan por los poetas más reconocidos de la generación del 27 y de la del 98, pero también por aquellos que, entreguerras, hicieron de su pluma un arma para denunciar injusticias.

Y es que, para Ferran, la combinación perfecta para la poesía debe pasar por lo bello de las palabras, pero también por un mensaje revelador y casi militante. «La poesía debe conmover sentimientos a la vez que despierta conciencias», repite el poeta.

También nombra a Jaime Gil de Biedma, «un artista en el que reflejarse», confiesa. Este poeta de los 70, partidario al «feísmo», «conseguía hacer poesía con la sencillez y la frescura de su lenguaje», relataba un emocionado Ferrán.

Pero, «¿cómo vamos a renunciar a nuestras raíces como poetas?», «¿el referente de casi todo el panorama contemporáneo de la poesía? Esa imagen cuidada de la palabra y del ritmo... Amaban la palabra y su uso como carro de combate. ¿Quién renunciaría a tal botín cultural?» reflexiona.

Así, Garrido toma sus propios consejos y usa la belleza para describir, para 'reflejar', sus propios pensamientos. «Mi poesía habla de amor, de sexo, de conflictos sociales y de política. Mi poesía habla de todo ello y más para el lector que entiende», comenta. Y es que para él la poesía no es sino la propuesta de un juego con el lector. Un ajedrez donde no existen normas de juego entre las sombras y luces que protagonizan gran parte de los versos del autor.