Pinazo renace a lo grande en la Sala de la Muralla del IVAM

El centro de arte reabre el día 25 el espacio dedicado al pintor valenciano con la macroexposición "Identidades" con cerca de 300 obras

La estancia ha estado dos años cerrada por reformas

Ignacio Pinazo. Autorretrato, 1910.

Ignacio Pinazo. Autorretrato, 1910. / Levante-EMV

Begoña Jorques

Begoña Jorques

Tras algo más de dos años de cierre por reformas, la sala de la muralla del IVAM reabre la próxima semana con la exposición «Pinazo: identidades», una muestra que reúne alrededor de xx obras del artista valenciano, ‘inquilino’ habitual del espacio, que también suele recibir el nombre de sala Pinazo.

La muestra, cuya inauguración está prevista para el próximo día 25, plantea una nueva lectura de la obra de Ignacio Pinazo como artista que dedicó una buena parte de su obra a la representación de las personas en su dimensión individual, colectiva y genealógica, como creadoras de identidades.

Una exposición en tres pasos

La exposición está comisaraiada por Vicente Pla Vivas y consta de tres ámbitos en cada uno de los cuales se entrecruzarán las problemáticas representacionales con distintos regímenes de temporalidades implícitas, contextos políticos, modos de hacer y gestos.

En el primero de ellos, bajo el título «Reconocimientos», está regido por una «temporalidad híbrida que se bifurca», según el IVAM. Por una parte, «está compuesta por el dominio fáctico del presente real de la comunicación intersubjetiva como ejercicio de reconocimiento de la otra persona por parte del artista. Es el momento de estar ante alguien, a quien se dedica toda la atención. Por otra, estas obras también se impregnan de un tiempo virtual proyectado hacia el futuro a través del deseo, y que se deriva a su vez en otra duplicidad: es el resultado de una tentativa de la persona representada de fijar su imagen para obtener reconocimiento de su rol vital o profesional y también el de la voluntad de Pinazo para proclamar sus aspiraciones con ayuda de una poética que pueda trascender su presente estricto».

Ignacio Pinazo. Autorretrato, 1910.

Autorretrato, 1910. / Levante-EMV

Constituyen las obras de esta sección los retratos por encargo y los realizados motu proprio, especialmente entre sus familiares y conocidos; también alguno de sus autorretratos y muchos ejemplos de sus abundantes estudios de figuras captadas por el artista, frecuentemente mediante el dibujo. Casi todas las obras aparecen individualizadas respecto a sus contextos, algunas concebidas como ejemplos de tipologías humanas determinadas por sus condiciones de clase, de género o de oficio, y otras como personajes singulares.

Hábitos entre anonimatos

En el segundo apartado, «Anonimatos», Pinazo se revela como observador de grupos de personas, que identificó como seres colectivos. «Las obras generan en su percepción una sensación de presente extendido a través de la recreación de los hábitos compartidos, las costumbres establecidas y los rituales practicados al amparo de los sistemas ideológicos dominantes".

«Estas escenas -dicen desde el IVAM- muestran que Pinazo concibió lo social como una suma de realidades construidas mediante interacciones prácticas, pero también que entendió la dimensión humana colectiva como la adición de múltiples singularidades que dejaban en suspensión sus identidades individuales para transferirlas al grupo y alimentar así el sentido simbólico de pertenencia a otra identidad de escala superior.

Mascletà.

Mascletà. / Levante-EMV

Un final de ausencias

La muestra termina en «Ausencias», una sección en la que «Pinazo vertió lo que quizá podríamos considerar su concepto más complejo de la dimensión identitaria apelada por sus representaciones. Nos encontramos ante cuadros y dibujos que muestran escenas en las que predomina la quietud y algunas acciones parecen manifestarse solo indirectamente a través de sus huellas. Estas se hacen más evidentes cuando reparamos en que, en sus vistas y paisajes, Pinazo optó por superar la sensibilidad romántica. No se interesó por espacios agrestes de belleza sublime en los límites de lo habitable, sino por lugares con un sentido pleno, donde transcurría la existencia cotidiana; sitios profundamente humanizados, configurados a través de intervenciones que frecuentemente respondieron más a necesidades propias de la modesta intrahistoria que a acontecimientos memorables».

Los sobrinos de Sipoggio, 1915.

Los sobrinos de Sipoggio, 1915. / Levante-EMV

El grueso de la exposición está formado por la Colección del IVAM, con alrededor de 50 pinturas y un centenar de dibujos, que se completan por obras provenientes de la Casa-Museo Pinazo, la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, el Museo de Bellas Artes de Valencia y otras piezas de colecciones particulares valencianas. También se propone un papel visual importante para algunos de los textos inéditos del artista.

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