Ricard Gallego

alcorcón/e. especial

El Ontinyent estuvo a menos de un minuto de la gloria. Es lo que tiene el azar del fútbol y un arbitraje inolvidable. Los de Toni Aparicio lo hicieron todo para ser hoy equipo de Segunda División 42 años después, pero no logró aguantar el 0-2 con el que se fue al descanso. Entre otras cosas porque en el fútbol no sólo hay 22 jugadores sobre el campo. El colegiado extremeño Fernando López ha sido una garantía durante toda la temporada para los equipos de casa y ayer no tenía intención de romper esta marca. Permitió el juego duro del Alcorcón, pitó un penalti en un piscinazo de un delantero amarillo y para redondear la tarde dio gol en la jugada decisiva cuando todo el mundo pensaba que era fuera de juego. Hubo invasión de campo y el partido tuvo un descuento de 25 minutos. Lo nunca visto.

Daba la impresión de que el partido era la continuación del jugado en el Clariano una semana antes. El Ontinyent imprimió a cada acción la intensidad que se trataba de ahorrar el Alcorcón, siempre contemplativo. Jony y Montañés impusieron un juego de toque rápido y eficaz contra el que los locales apenas opusieron un juego brusco y desordenado.

Al Alcorcón no se le vio cómodo, como si todavía estuviera contemporizando en el Clariano. Nada que ver con ese equipo que eliminó al Real Madrid. Esa presión del Ontinyent obtuvo sus frutos cuando empezaba a menguar. Un despeje largo de César creó un lío en la defensa del Alcorcón del que se aprovechó Fran Moreno, para marcar con un toque sutil a la salida del portero. Se hizo el silencio en la bulliciosa grada del Alcorcón. El medio de millar de aficionados del Ontinyent desplazados no se lo podían creer y sus gritos de júbilo aún deben resonar en la Gran Vía.

El segundo de Raúl Muñoz llevó el delirio. La estrategio de Toni Aparicio sumó un nuevo éxito. Fran peinó un córner desde la derecha al primera palo y Raúl, siempre al quite, certificó el 0-2. El banquillo del Ontinyent se moría de gusto y sus aficionados apenas respiraban de tanta emoción.

Vista la temporada del Ontinyent, el ascenso era casi lo de menos. El aserto puede rezumar un punto de soberbia y atrevimiento. Pero sólo tiene vocación de establecer la diferencia entre un club modesto y callado, que frente a otras apuestas oficiales más estridentes, ha aplicado la paciencia y la laboriosidad que hicieron grande a su industria textil, ahora en reconversión, para tejer las complicidades que le han llevado hasta aquí. Lo vivido estas últimas temporadas por el Clariano ya forma parte de la historia del Ontinyent, independientemente del resultado azaroso de una eliminatoria. Ayer lo volvió a demostrar con un partido al límite. Y es que tampoco el azar ha jugado a su favor. Antes al contrario. Pudo resolver la eliminatoria en el partido de ida, pero dos errores arbitrales y un acierto del rival lo dejaron todo pendiente para la vuelta. En el partido de ayer, volvió a aparecer ese equipo ordenado y deshinibido que tiene en David Torres un aguijón mortal. Pero este Ontinyent, el mismo que escapó de tercera división hace tres temporadas, es un equipo moldeado por Toni Aparicio, un entrenador que exprime al máximo las virtudes de cada jugador para ponerlas a disposición del grupo.

La historia de la segunda mitad es simplemente la historia de lo que un equipo humilde pudo haber conseguido pero que el fútbol en todos sus aspectos más megativos le privó. Íñigo Muñoz y Cascón establecieron el 2-2 y, apenas diez minutos después, el Alcorcón desperdició una pena máxima inxesistente a cargo de Sergio Mora. Pero, en el cuarto y último minuto de la prolongación, en una acción iniciada en un fuera de juego, llegó el 3-2 que le daba el ascenso al conjunto amarillo.

Bochorno en el campo

El gol trajo una invasión del campo por parte de la afición alcorconera, lo que motivó que el trío arbitral tuviera que refugiarse en los vestuarios. La invasión de los seguidores locales duró una veintena de minutos, aprovechados por los jugadores del Alcorcón para festejar el ascenso -alguno como Íñigo López perdió la camiseta y el pantalón-, mientras que los del Ontinyent se retiraban a los vestuarios al ser imposible que el partido continuase.

Tras unos minutos de incertidumbre, ya con los aficionados de nuevo en las gradas, los colegiados y los jugadores del Ontenyent volvieron al terreno de juego, donde seguían los del Alcorcón, para reanudarse el encuentro una 25 minutos después. El partido se prolongó sólo un minuto más e incluso pudo marcar el Ontinyent. Pero llegó el injusto pitido final y de nuevo invasión de campo.