Un Valencia-Barça establece siempre interesantes duelos particulares. Que se lo digan a Van Gaal, que no encontró la forma de parar al «Piojo» López por muchas vueltas que le diera a la cabeza. Ninguna fórmula le funcionó. Guardiola es otro tipo de técnico. Más frío, más paciente, con mayores recursos. Más valiente, en definitiva. Siempre tiene cartas nuevas que ofrecer. Otro mundo. Vistos los problemas que le creó Mathieu a Dani Alves en los últimos enfrentamientos, colocó a Puyol frente al francés, en la banda. Menos velocidad, pero más músculo y el rigor defensivo personificado para tapar una de las vías de acceso del rival. No fue una solución perfecta, porque por ese costado se cocinó el gol de Jonás que adelantó al Valencia. Pero poco más daño hizo el grupo de Emery en la linea de cal de la Tribuna.

Aparentemente equilibrado el duelo en la banda izquierda del Valencia, el interés se trasladó a la derecha. Piatti adquirió mucha atención a continuación. Rehabilitado tras su excelente partido en Orriols ante el Levante UD, el argentino incordió mucho a los defensas azulgranas. Hay dudas sobre si el Valencia le viene grande al argentino. Ayer quiso demostrar que no. Con su velocidad y habilidad, creó problemas serios desde el principio, bien respaldado desde atrás por Miguel. Piatti fue un elemento desestabilizar, eso sí, de corta duración. Con metros por delante, tiró hacia el centro para acompañar a Soldado y a Jonás. La jugada clave llegó con el delantero valenciano, que ya se disponía a burlar al portero, Pinto salió desbocado y paró la pelota con la mano fuera del área. Ni el árbitro ni el línea quisieron saber nada, mientas Soldado en sus quejas al juez de linea. ¿Cómo no pudo verlo, desde su posición, el auxiliar?

En general, la defensa del Barcelona aguantó bien las embestidas del Valencia, con Mascherano y Piqué construyendo un muro ante Soldado y Jonas. El primero, apenas encontró algún espacio para el remate. Jonás fue más pícaro. Había aprovechado el pase de Mathieu, como no, tras un servicio milimétrico de Jordi Alba, para fusilar a Pinto.

Al Valencia le faltó el toque en el centro del campo, el dominio del balón. Sin Xavi en la linea enemiga, Thiago asumió el cargo y se encargó de lanzar a los tres punteros de su equipo: Messi, por el centro, y Alexis y Cuenca por los lados. Si Guardiola buscó soluciones para las galopadas de Mathieu, Emery ordenó juntar a sus defensas para alejar el peligro de su área. El argentino conquistó el área rival varias veces, en busca de la complicidad de Alexis para desbordar a los defensas en el último regate. Ahí, el Valencia tuvo suerte. Alves arregló los problemas con muchos apuros, hasta que erró en la jugada del empate. Puyol le fusiló de cabeza desde el segundo palo.

Los duelos en el centro del campo estaban preestablecidos. Banega, el futbolista que da ritmo y sentido en la administración de pelota, jugó demasiado pausado, mientras Albelda sufrió más de la cuenta en la contención. Era difícil aguantar el poder ofensivo del rival. Con tres delanteros arriba, blindar el área era un reto mayúsculo. Miguel cumplió a la hora de sujetar al mejicano, mientras Messi, como siempre desestabilizó una y otra vez a los defensas, con sus avances de medio metro hasta el corazón del área, donde Víctor Ruiz y Rami se mantuvieron muy juntitos. Evitaron docenas de entradas del argentino. fueron de Diego Alves, que paró un penalti a Messi, nada menos. Con el partido dormido, Emery apostó al final por la verticalidad y renunció al toque. Juntó a Aduriz y Soldado en punta y dio entrada a Tino Costa por delante de Banega. Costa aportó músculo y con él el Valencia mejoró en la conquista del terreno enemigo y se convirtió, de nuevo, en un equipo de arranques frenéticos. Para ganar en Barcelona necesita mucho más.