En su búsqueda de inversores que pasen a controlar el Valencia mediante la adquisición de las acciones de la Fundación, el Consell y Bankia comprobarán que la introducción externa del dinero en las ligas de Europa proviene de dos focos principales: oligarcas rusos o jeques árabes. Su riqueza, basada en el petróleo, ha desembarcado principalmente en la liga inglesa, en la que controlan a los clubes más poderosos, pero también se ha adentrado en el accionariado de equipos de media tabla.

La compleja situación financiera del Valencia le convierten en un club poco propicio para ser comprado por capital extranjero. Las parcelas sin vender de Mestalla y las obras paradas del futuro estadio suponen un problema añadido. Un posible comprador del viejo estadio tendría que esperar a que se finalizaran los trabajos en el recinto de Corts Valencianes para poder disfrutar del futuro solar. Eso sí, el Valencia puede usar la imagen de una marca histórica, la del primer equipo español por detrás de Madrid y Barcelona y la proyección de la propia ciudad para tratar de seducir a posibles inversores. De hecho, tanto el presidente Manuel Llorente como Damià Vidagany, director de marketing, se han desplazado a Catar en búsqueda de vías de financiación.

El primero en abrirse camino fue Roman Abramovich en el Chelsea, en el año 2003. Joven empresario de éxito, amasó su fortuna en la subasta de las riquezas naturales de la antigua URSS (petróleo, gas, aluminio...) realizada por Boris Yeltsin en el rápido tránsito al capitalismo. Abramovich compró el club londinense a Ken Bates por 200 millones de euros y en una década de ingestión ha invertido 900 millones en fichajes.

Salvo algunas contadas excepciones, como el intento de Boris Berezovski de intervenir en el West Ham o la llegada al Mónaco de Dimitry Rybovlev, propietario del gigante de los fertilizantes Uralkali, la tendencia con el paso de los años de los oligarcas ha sido reforzar el fútbol ruso y ucraniano, con el Mundial de 2018 en el horizonte. Gazprom, el mayor extractor de gas natural del mundo, controla el Zenit de San Petersburgo. Un respaldo financiero que le ha posibilitado los fichajes de Hulk y Witsel por 100 millones de euros. Leonid Fedun, una de las cabezas visibles de Lukoil, domina el Spartak de Moscú.

El holding de empresas mineras SCM ha convertido al Shakhtar Donetsk en el club más potente de Ucrania y en un conjunto rocoso en la Liga de Campeones. El caso más extraño de todos es el del Anzhi, ubicado en Majachkalá, en el corazón de una región convulsa e inestable como Daguestán. Suleyman Kerimov, después de su frustrado intento de comprar la Roma, creó un club de la nada y se llevó a Eto'o, al que ha convertido en el futbolista mejor pagado del planeta, con 20 millones al año.

Tres son los clubes sobre los que se ha centrado la mayor inversión árabe. El jeque Mansour Bin Zayed Al-Nahyan compró el Manchester City en 2008 y ya ha desembolsado 650 millones en fichar a futbolistas como el Kun Agüero, Silva, Balotelli o Dzeko.

El heredero al trono de Catar Tamim Bin Hamad Al Thani aterrizó en 2011 en el París Saint Germain, con una política de incorporaciones a golpe de talonario. Sólo Ibrahimovic, Lavezzi, Pastore o Thiago Silva, que han costado 230 millones. Su primo Abdullah Ben Nasser Al Thani se hizo con las riendas del Málaga, comprando el club por 36 millones. La adquisición de futbolistas de primer nivel como Cazorla contrastó con los problemas para hacer frente a las fichas o a los plazos por pagos de fichaje, que le han valido la sanción de la UEFA, que ha apartado al club andaluz de torneos europeos.

Desembarco en Inglaterra

La fuente de dinero árabe y asiática se ha hecho sentir especialmente en Inglaterra. El Fulham es propiedad de Mohammed Al Fayed, dueño de los almacenes Harrod's. El director de Air Asia, Tony Fernandes, ha irrumpido en otro club londinense, el Queens Park Rangers, con un generoso esfuerzo económico que no se ha visto correspondido de éxito deportivo para el actual colista de la Premier. En la Championship, la segunda división inglesa, la empresa King Power manda en el Leicester City y la familia kuwaití Al Hasawi en el Nottingham Forest, histórico doble campeón de Europa.

En menor medida, pero en clubes de primer nivel, ha entrado capital norteamericano. Es el caso del Manchester United, donde la familia Glazer se encontró con la frontal oposición de los hinchas de Old Trafford, pero mejor acogida tuvo en el Liverpool la empresa Fenway Sports Group, propietaria de los Boston Red Sox de béisbol.

Las experiencias en la liga española no han sido, en cambio, nada gratas. El Racing de Santander lo comprobó por partida doble, con Dimitri Piterman -que también se haría cargo del Alavés- y con el empresario indio Ahsan Ali Syed, que ha dejado al club cántabro en la estacada, con unos impagos que pasan a depender del gobierno autonómico. El Getafe fue estafado por una red que usó a un camarero brasileño que se hacía pasar por un jeque árabe.