La memoria es selectiva, el paso del tiempo acaba por borrar recuerdos de muchas vivencias aunque hay otras que, ni queriendo, se pueden olvidar. En esta categoría se incluyen las inundaciones que sufrió la comarca de la Ribera el 20 de octubre de 1982. Todos los que vivieron aquella trágica jornada, de niños o ya como adultos, pueden relatar con gran detalle aún hoy, 30 años después, las que posiblemente fueron las horas más largas de sus vidas. Dónde se encontraban, con quién, cómo escaparon del agua o sufrieron al ver como ésta se enseñoreaba de las calles arrastrando todo lo que encontraba a su paso, la desesperación que suscitaban las informaciones confusas que circulaban sobre una situación que nadie alcanzaba a imaginar... Y la desolación de los días posteriores, en los que el barro dejó una huella indeleble.

El desmoronamiento de la presa de Tous multiplicó el efecto devastador de las aguas desbordadas del Xúquer y ha acabado por dar nombre a las inundaciones de 1982, conocidas como la pantanada. Pero la Ribera sufrió una especie de inundación por tramos. Cuando en unos municipios saltaba la alarma a mediodía, otros ya habían sido anegados por las aguas de los ríos Sellent y Xúquer, aunque lo peor del suceso aún estaba por llegar.

El 20 de octubre de 1982 era miércoles. El día anterior había llovido, y mucho. Según el parte oficial, el martes 19 se habían registrado en algunos puntos de la zona alta de la cuenca del Xúquer hasta 150 litros por metro cuadrado, y la predicción anunciaba un aumento de las precipitaciones para esa noche y para el día siguiente. Algunos vecinos de la Ribera se despertaron ya con el agua dentro de casa.

El desbordamiento del río Sellent, a primera hora de la mañana, fue el preludio de un día negro, no por el tono oscuro del cielo que no hacía presagiar nada bueno, sino por la angustia que vivieron miles de personas; los damnificados especialmente, pero también aquellos que veían venir el desastre y no podían hacer nada por evitarlo. El drama tuvo ese día múltiples escenarios.

Primeras escaramuzas

Algunos pueblos del valle de Càrcer fueron los primeros en sufrir las consecuencias de una noche de fuertes precipitaciones. El cauce del río Sellent se quedó pequeño para canalizar hacia el Xúquer el aluvión de agua que recibía y que, sobre las ocho de la mañana, provocó las primeras inundaciones. Beneixida y Càrcer fueron los pueblos más afectados, aunque no los únicos. En esta primera avenida, el agua alcanzó hasta cuatro metros de altura en las zonas más bajas de Beneixida y muchos vecinos tuvieron que huir por los tejados de las casas en busca de un lugar seguro. Las localidades de Alcàntera y Cotes también se vieron afectadas, aunque en menor medida, por esta avenida del Sellent, que se repetiría a media mañana con mayor fuerza si cabe, provocando una segunda inundación.

El elevado caudal que este afluente aportaba al Xúquer en esos momentos originó el primer desbordamiento del Devastador a la altura de Gavarda, sobre las 9 de la mañana del 20 de octubre. El agua, tras cortar la carretera, alcanzó un metro de altura a la entrada del casco urbano, hoy reducido a varias decenas de casas, y poco después la Guardia Civil ordenaba evacuar el pueblo. El nivel de la inundación alcanzaría a mediodía los tres metros de altura en algunas calles hasta que, ya por la tarde, empezó a descender poco a poco.

Paralelamente, en la presa de Tous se vivían momentos de gran tensión. El agua embalsada había alcanzado durante la noche una cota más que preocupante y había cubierto el único grupo electrógeno existente en la instalación, que quedó inutilizado. Los intentos por abrir los aliviaderos de forma manual para rebajar el nivel de agua embalsada resultaban inútiles y ésta acabó por rebasar las compuertas.

Casi a la vez que el Xúquer empezaba a inundar Gavarda, sobre las 9,30 horas, el ingeniero responsable a pie de obra del embalse, Jesús María González Marín, alertaba a las autoridades de la delicada situación y reclamaba un grupo electrógeno para poder abrir las compuertas, una intención que preocupaba aguas abajo, especialmente en aquellos pueblos que ya se encontraban inundados y temían que la suelta de aguas aumentara todavía más el caudal de los ríos. El vehículo que transportaba los equipos para poder abrir los aliviaderos de la presa se retrasó más de lo esperado. Quedó bloqueado por las inundaciones y cuando, sobre las 14 horas, alcanzó su destino era ya demasiado tarde.

Los problemas se concentraron durante estas primeras horas de la mañana en este tramo alto del Xúquer debido a que la carretera Nacional 340, que corta el cauce del río casi en perpendicular entre Gavarda y Alberic, actuaba como un dique de contención que impedía el paso de parte del caudal que bajaba por el río. Hasta que, mediada la mañana, las aguas superaron la carretera para, a escasos metros de este punto, tropezar enseguida con un nuevo obstáculo: un río Albaida embravecido que por la disposición que en ese momento tenía la desembocadura, hoy ya corregida, cortaba el paso al río principal. El choque de corrientes provocó un nuevo desbordamiento del Xúquer.

Avance inexorable de las aguas

Un manto de agua empezó a extenderse hacia Alberic, Benimuslem y el entorno de Massalavés, donde alcanzaría el cauce del río Verde, que también se desbordó. La riada avanzaba ya a mediodía por gran parte de la Ribera. Se ordenó la evacuación de los colegios en Alzira y Carcaixent, donde la situación aún en ese momento era de relativa tranquilidad.

Con todo, las informaciones contradictorias que llegaban por las emisoras de radio aumentaban la desazón. Las autorizades alertaban del riesgo existente en Rotglà y Xàtiva, pero no citaban otros municipios de la cuenca del Xúquer cuyos vecinos, conocedores de la orografía, dispararon sus alarmas. Si el agua llega a Xàtiva, la Ribera desaparecería del mapa, pensaban.

Beneixida ya había sufrido una doble inundación; Gavarda se encontraba evacuada; el ingeniero González Marín volvía a alertar al gobernador civil del peligro que representaba la presa de Tous; las aguas desbordadas ya habían entrado en las zonas bajas de Sumacàrcer, Antella y Alberic, y también en Benimuslem. La tarde se presumía muy larga y complicada.

El ingeniero de la presa se dirigió por tercera vez, sobre las 15,30 horas, al gobernador civil alertando del riesgo y le instó a adoptar medidas extremas. A esa hora, el casco urbano de Benimuslem ya estaba completamente inundado. El caudal del Xúquer empezó a crecer rápidamente a su paso por Carcaixent y Alzira, mientras en Beneixida y Gavarda el nivel de la inundación ya empezaba a descender aunque muy lentamente.

Un técnico de la Confederación Hidrográfica del Júcar comunicó sobre las 16,30 horas que el nivel del agua en el pantano de Tous alcanzaba ya unos nueve metros sobre el aliviadero y se encontraba a apenas metro y medio de coronar la presa de escollera, una altura que alcanzaría apenas media hora más tarde, de forma que el agua empezó a rebasar el dique y a erosionar el cuerpo central de la presa. Según las informaciones de la época, en apenas doce horas el nivel del pantano había aumentado unos veinte metros.

Las alarmas se dispararon definitivamente en ese momento. A las cinco de la tarde, el Xúquer había crecido más de 12 metros en Sumacàrcer, inundando un mayor tramo del casco urbano. Y cinco a su paso por Alzira, en cuyo puente de hierro se amontonaban los curiosos que querían comprobar con sus propios ojos el estado del río, mientras que vecinos de Sumacàrcer y Gavarda buscaban refugio en las montañas ante las alarmantes noticias que iban llegando.

Desde la presa se alertaba por cuarta vez a las autoridades del peligro. Los alcaldes de Alzira y Carcaixent, que encontraban muchas dificultades para comunicarse con Gobierno Civil debido a la saturación de las líneas telefónicas, consiguieron confirmar a través de la Guardia Civil la gravedad de la situación y sacaron a la calle megafonía para alertar a la población del riesgo.

La tensión estalló a las seis de la tarde en el embalse. González Marín comunicó en ese momento la rotura de la presa. La información no era cierta, pero el ingeniero buscaba una reacción de las autoridades que evitara daños mayores. La consiguió. El gobernador civil ordenó evacuar Sumacàrcer, Antella, Gavarda, Alberic, Alcàntera y Rotglà, mientras declaraba en alerta a Xàtiva y Alzira. El agua, mientras tanto, avanzaba comarca abajo. Alcanzó la subestación eléctrica de Alzira, que estalló en llamas provocando un resplandor visible desde larga distancia. La inundación acabó entrando en la ciudad. Alzira y Carcaixent se encontraban ya anegadadas cuando, a las 19,13 horas, el teniente de la Guardia Civil Manuel Martín escuchó un gran estruendo y comunicó que se había abierto una brecha en la presa.

Nadie quería creerlo. Incluso el entonces presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, ingeniero de caminos, canales y puertos de profesión, rechazaba esta posibilidad y descalificaba al interlocutor. Pero el aviso de la rotura era cierto. El excesivo volumen de agua acumulada en Tous -se calcula que llegó a contener 120 millones de metros cúbicos- acabó por sumergir una comarca ya inundada y provocó la mayor crecida.

En Sumacàrcer el agua alcanzó en algunas calles los nueve metros de altura. En Antella, la fuerza de la corriente hizo desaparecer la antigua Casa del Rey, situada en el azud de la Séquia Reial. La gran avenida llegó a Gavarda poco antes de las 20 horas, ya que muchos relojes se detuvieron a las 19.50 inutilizados por el agua. También Beneixida alcanzó su nivel máximo en este momento, con ocho metros de altura en la plaza.

La autopista, último obstáculo

La inundación crece por toda la comarca. Las aguas del pantano llegan también hasta Alzira y Carcaixent, donde el nivel empieza a subir de forma espectacular y no se estabiliza hasta prácticamente las tres de la madrugada. La gran masa de agua que había anegado buena parte de la Ribera había encontrado un nuevo dique que taponaba su curso natural hacia el mar: la autopista. Los aliviaderos resultaban insuficientes y, pese a que el agua llegó a rebasar esta barrera por diversos puntos, la carretera la obligó a estancarse, alcanzando cotas de hasta 6 metros en varias zonas de Alzira.

La fuerte corriente había causado graves daños en la parte alta, destruyendo la pasarela de Sumacàrcer y algunas casas de Antella, Beneixida o Gavarda. El agua durmió en Alzira y Carcaixent, donde el nivel no descendió hasta día y medio después, y ocasionó daños en la Ribera Baixa; Polinyà, Riola, Albalat o Fortaleny fueron los municipios afectados en mayor o menor medida. También Sollana, donde la línea del ferrocarril retuvo el agua y agravó las inundaciones.

El descenso de las aguas dejó a la vista una comarca arrasada. Barro y desolación por todas partes. Son las otras imágenes de la pantanada que nadie puede olvidar. Un tercer recuerdo imborrable es el de la solidaridad que recibieron los damnificados para subsistir en aquellos días difíciles, limpiar sus casas y, en muchos casos, volver a empezar de cero con sus viviendas o negocios vacíos y las paredes repletas de humedad, una sensación que tampoco se olvida.