Pere Fuset paró una primera protesta en la anterior asamblea de presidentes de falla, cuando éstas le iban a entregar cientos de cartas de protesta por rebajar en un dos por ciento la subvención a los monumentos. Un mes después tiene delante otra situación complicada: las agrupaciones de falla han organizado una protesta por el hecho de trasladar las reuniones desde el hemiciclo del ayuntamiento al Palau de la Música. Sobre todo, por el significado del mismo „viene a interpretarse como una forma de «echarles» del ayuntamiento„ y, sobre todo, porque la decisión ni siquiera se debatiera, sino que fuera comunicada en el último pleno.

La iniciativa ha partido directamente de las agrupaciones, no de la Interagrupación y consiste en entrar más tarde de lo que lo haga la directiva (se espera que sean quince minutos). Es una forma de mostrar el desacuerdo por lo que se empieza a considerar una política de hechos consumados.

La salida del ayuntamiento se ha justificado en una cuestión de seguridad, aforo y comodidad. Entre los responsables de la iniciativa se afea al presidente la falta de consenso, ya que se habría aceptado trasladar la asamblea en aquellas reuniones que sí que están superpobladas (la que elige a los jurados de falleras mayores, la de Navidad...).

Fuset ha elegido el Palau al considerar la sonoridad, la posibilidad usar pantallas y tener posibilidades de aparcamiento. La réplica es que la sala Iturbi no es un lugar para el debate. La capacidad de convocatoria es la que dictaminará ahora si al concejal le han enseñado las garras o si logra sofocar este nuevo incendio en su recién estrenado cargo.