Sergio Bordes está resfriado, así que se mueve por la Plaza de la Virgen con capa, como un mosquetero. «Pero la ilusión y el sentimiento de hablarle a la Mare de Déu son mi medicina», declara abrumado. También un caramelo de naranja, complemento necesario si eres uno de los speakers de la Ofrenda, has narrado los últimos días los premios y aún te queda una larga jornada de desfile el día siguiente; y claro, ver esta noche las fallas de la xicona, que es de Port de Sagunt.

Bordes es uno de los que forma el equipo de narradores de la Ofrenda, grupo que combina estribillos de nuevo cuño con sus particulares greatest hits. Ahí van unos cuantos: «Ahí arriben xiquetes i xiquets en bolquerets», «Ací estan els angelets de la Falla Plaça de l´Àngel», «Mareta, ací tens a la teua filla!» o el último con aire de bolero: «Claveles rojos como la sangre de una fallera».

Las proclamas son necesarias en para calentar una tarde en la que no llueve pero hiela y el público se compadece de quienes desfilan: «Demà ja veuràs la gola!», se preocupa una mujer tras la barrera. Desde los márgenes de la plaza se padece y se silba y se anima al paso de las comisiones, que entregan sus ramos a los 42 vestidores de este año, más que en la pasada edición y con las mismas mujeres, nueve. No varía el coordinador, Rafa Jordà, que observa que el ritmo «es bueno».

Entre el grupo de vestidores se asoma Claudia Bertó, a punto de cumplir los dieciocho y novata en esta tarea. «Me trajo hasta aquí la ilusión», declara como un futbolista novel o una actriz al recoger el primer Oscar. Ella, fallera en Paterna, se ha integrado como la más joven de este grupo atraída por la pasión de su padre, que fue vestidor «toda la vida». Ahora que ha empezado a lanzar ramos desde el suelo, su sueño es trepar por el manto desnudo de la Virgen. Habrán de pasar unos años pero paciencia, los vestidores tienen recorrido, puesto que el mayor ya cuenta 63.

Otra pequeña, mucho más, se erige como protagonista del desfile: se llama Amanda, tiene once años y los ojos rasgados. Habla poco por timidez, no por desconocimiento del idioma, pues lleva en Valencia desde los siete meses, cuando llegó de China. Su hermana Daniela llegó hace cinco de Vietnam. Ambas, de Pobla del Duc-Benipeixcar recorren las televisiones junto a su padre. Rápido de aquí a allá porque el desfile no cesa ni deja tiempo para los pasillos. Mandan los horarios y el frío imprime ritmo a la marcha.