José y Jorge Caballer Villacañas, los Hermanos Caballer, estaban, ayer, visiblemente satisfechos tras sus disparos falleros. Y con razón, porque se están ganando a pulso su situación en la parte alta de las fiestas. Su castillo, tercero de feria, anteanoche, fue un escaparate de sus productos pirotécnicos: un muestrario cargado de afinada cartuchería. Entre las piezas grandes, como muestra, no puedo dejar de destacar las lentejuelas doradas con un rojo bellísimo, diferente, muy hermoso. Esas se las tienen que quitar de las manos, estoy seguro. En su mascletá de ayer, donde venían acompañados por su padre, «Pepito» Caballer Ramírez, dejaron el pabellón muy alto, tanto por ejecución técnica como por potencia sonora. No se espera menos, claro, de un diez y ocho de marzo. Metieron traca valenciana, de aperitivo, aunque no la dejaron terminar del todo. Me prometieron que en 2017, y sólo para que yo ya no comente esta nimiedad aquí, la respetarán hasta el final poniéndole, además, un golpeador final. Bueno, pues tras ese toque antiguo, vino el moderno, con disparos digitalizados por todo el perímetro de la plaza. Los tiros de expulsión de las piezas eran tan atinados, que logró incluso que su sucesión pareciera una rotación de truenos digitales, sin serlo. Presentó huevos de dragón, pitos y chicharras, además de tubería de truenillos, claro. Uno de los puntos fuertes de esta parte fueron los pequeños golpes de trueno, sucesivos, en Norte y Sur: cambiando de un sitio a otro, bailando en la plaza coincidiendo con recorridos perimetrales. Dibujó el cierre con un golpe más fuerte en el aire (en anillo) aunque se adelantaron un pelín y la mascletá terrestre comenzó antes de esta marcaje. Las cinco retenciones de tierra, bien engordadas, estuvieron adornadas abajo con espoletas de color, arriba y abajo. En el quinto fuego volvió a adueñarse de toda la plaza en el aire, con truenillos que iban cerrando un anillo, reforzando este momento de unión con el terremoto que, así, hizo su aparición engalanado en lo alto. El final terrestre, natural, electrificado y espoletado, tuvo una progresión de 5, 7, 9 y 14 ramales, en los que, de forma creciente, cada ciertos tramos, incluyó golpeadores más fuertes. El cierre aéreo, con truenos y con pantallas de chicharras, terminó con un enorme golpe, súper técnico, tan tajante como si hubiera estado, casi, cortado a cuchillo.