Okuda no está en València. Y le vendrá bien este periodo de ausencia (regresa el fin de semana) para entrenar, especialmente, el oído, ante los que reprochen el resultado final de la falla municipal. Le dirán que no es demasiado alta y que no tiene riesgo. Quizá algunos replicarán que esas premisas eran básicas en las fallas «tradicionales», pero esa es otra cuestión. Está en la calle para ser adorada o criticada a partes iguales o desiguales.

Seguramente, el Instagram del artista sólo recibirá alabanzas (cada genio tiene su legión de adoradores). Que también los tiene. Y la falla también tiene defensores que ven en ella algo que se sale de la apatía de las que fueron «convencionales» antes del cuatrienio de la vareta. Pero seguro que va a salir de València empezando a entender el peculiar sentido de la medida que se gasta por aquí. También pagará platos rotos de otros protagonistas y será utilizado como muñeco. De la misma manera que Latorre y Sanz pasarán desapercibidos en medio de ese debate. Pasaban por allí, cumplieron las órdenes, plantearon cuestiones, pero no son ni la causa ni el motivo.

No hay tiempo para lamentos, ni lluvias ni vientos. Después de dos días mucho más tranquilos, el trabajo agota sus últimas horas con un poco de apuro mayor del esperado.

Y hoy se falla el ninot indultado. Almirante Cadarso, Nova d'Orriols, Linterna-Na Robella, Pilar... no debe salir de esos candidatos la salvacion del fuego.