Sorprendentemente, después de haber conseguido un segundo puesto en los premios más especiales de las fallas, la comisión de Cuba-Literato Azorín seguía ayer más pendiente de sus luces que del propio reconocimiento alcanzado gracias al trabajo de Vicente Martínez. Un monumento algo comedido en tamaño, pero arriesgado en idea y colores, que ayer confirmaba la idea de que no es necesario tamaños desorbitados para ser reconocidos por el jurado. Sin embargo, tras una breve sonrisa, a la comisión le confirmaron que el permiso prometido para hacer unas paellas en la plaza de la falla se le había retirado unos pocos minutos después de saberse el resultado de los premios. Ante tal anuncio, la falla decidió apagar sus luces a modo de protesta, dejando una estampa más parecida al luto que a la celebración.

Contrariamente, desde l'Antiga de Campanar, felicitaban con fervor al ganador y quedaban contentos con su tercera posición. «En cuatro años, cuatro podiums», indicó el presidente Rafa Mengó. Aunque «no entienden» cómo el jurado «ha podido valorar una falla con el modelo de Convento y que la antítesis, que es Cuba-Literato Azorín haya conseguido un segundo puesto». «Son tendencias», explica. Un pensamiento que les hace aferrarse aún más a la idea de que «no es necesario que ahora todas las fallas reduzcamos el tamaño de nuestros monumentos para ganar». Ya que, asegura, lo importante no es la valoración del jurado, sino «que el artista pueda crear con la libertad de la comisión».

Lejos de echarse atrás en su propuesta, la confianza depositada en el artista Carlos Garsí, ha hecho que la comisión decida renovarle un año más. «Si seguimos la tendencia de hacer fallas pequeñas hay que tener en cuenta las dimensiones de la plaza donde se planta. En la nuestra, una de cinco metros quedaría ridícula», explica Mengó. «Confiamos en Garsí, es un artista que hasta ahora solo hacía fallas pequeñas y que este año nos ha regalado este gran monumento, ha demostrado que es capaz de mucho», afirmó.