Cada fin de semana, hay futbolistas que se santiguan tres veces o se besan un tatuaje antes de que empiece el partido, mientras que otros hacen lo imposible para entrar en el terreno de juego con el pie derecho. Incluso, los hay que no cambian de medias, de botas o de espinilleras si su equipo atraviesa una racha de victorias. Hay porteros que piden ayuda a los palos durante el calentamiento.

Algunos metros sobre el césped, en el palco, los presidentes también tienen sus rituales secretos antes de que el balón eche a rodar. Quico Catalán, por ejemplo, lleva a cabo el suyo cada día de partido en el estadio Ciutat de València desde 2009, cuando fue nombrado director general del club azulgrana. Desde entonces, el mandamás levantinista „quien no se considera supersticioso„ baja cada domingo hasta la puerta del vestuario granota mientras los futbolistas terminan los ejercicios del calentamiento previo al encuentro. El presidente les espera a la entrada de la caseta y según van entrando saluda a todos y cada uno de los futbolistas, también a los jugadores suplentes. Un simple apretón de manos acompañado de un deseo de buena suerte. No sólo eso, Catalán también se asegura de saludar al entrenador de turno que, si en ese momento está dentro del vestuario, sale para estrechar la mano del presidente.

Este mediodía, a eso de las 11.50 horas, cuando los integrantes del once levantinista emboquen la entrada al túnel de vestuarios para ultimar los preparativos antes del partido, se volverán a encontrar a su presidente, esperando a la puerta de la caseta para transmitirles un gesto de ánimo. El ritual de los últimos seis años, en los que el Levante UD ha conseguido su último ascenso y se ha mantenido en Primera.

De hecho, en las ocasiones en las que Quico Catalán no ha podido asistir al partido en Orriols, ha telefoneado a su padre, Pedro Catalán, para pedirle que sea él el que baje hasta el «santuario» de los futbolistas y les de un apretón de manos antes del choque.

Menos habitual es ver a Catalán dentro del vestuario, sobre todo si es para dirigir un mensaje a toda la plantilla. Eso sólo sucede en el inicio de la temporada y en los momentos críticos, cuando vienen mal dadas, como el año pasado con el cese de Mendilibar. Esta temporada, pese los discretos resultados, Catalán no ha bajado para transmitir ningún mensaje de alerta, aunque sí que se ha dejado ver para intercambiar un par de palabras distendidas con los futbolistas en los entrenamientos.