Compartieron entrenamientos en el Athletic Club, a las órdenes de Marcelo Bielsa. Por entonces, entre 2012 y 2013, Raúl Fernández era un portero con hechuras de Primera División que buscaba su oportunidad en San Mamés, mientras que Álex Remiro era una promesa recién llegada a Lezama. Tres años después, el fútbol ha vuelto a cruzar sus caminos en Orriols. Ambos guardametas, curtidos ya en los estadios de Segunda, están llamados ahora a competir por enfundarse los guantes azulgrana y defender la portería del Levante UD cada domingo. Dos «leones» con genética rojiblanca dispuestos a convencer a López Muñiz con su rendimiento sobre el césped y bajo los palos.

Raúl Fernández (Bilbao, 28 años) procede del Mirandés, aunque el Athletic Club es el club que ha marcado su vida. «Allí he estado quince años, me he formado como jugador y como persona. Salía del colegio por la tarde y me iba directo a Lezama. Desde los 10 años hasta los 20, cuando empecé a salir cedido. Luego volví al primer equipo», explica. Fue cuando Álex Remiro (Cascante, 21 años), en el cadete B rojiblanco, se lo encontró en la ciudad deportiva. «Los porteros siempre nos llevamos bien entre nosotros. Lo de llevarse mal, de normal, no pasa. Salir de Lezama y reencontrarnos aquí es importante. El primer día en el equipo sólo hablaba con él, era el único al que conocía», señala Remiro.

Luis Llopis y «Cuco» Ziganda

Ambos están mentalizados de que tendrán que pelear en buena lid por la titularidad. «La competencia es buena. Esto es muy largo, son 42 jornadas, y voy a luchar con uñas y dientes para estar preparado. Los porteros no decidimos quién juega, eso le toca al míster y él ha de pensar en lo mejor para el equipo», argumenta Fernández, con más experiencia que su colega. Remiro, aunque es más joven, se mantiene en esa línea. «La competencia sana le viene bien al equipo en todas las posiciones. Lo importante es que los dos vayamos como un tiro para que el entrenador decida. Si en la jornada uno estoy en el banquillo tendré las mismas ganas de entrenar. No hay que pararse nunca», remacha Remiro, quien añade que «en el fútbol, como en el amor, la edad no importa».

Sobre sus orígenes comunes, los dos subrayan las cualidades que se aprenden en Lezama. «Somos porteros con características distintas al resto. Se trabaja mucho la técnica y la sobriedad. No somos espectaculares en las paradas, pero intentamos hacer fácil lo difícil y ser prácticos», incide Fernández, quien confiesa que Luis Llopis, el preparador de porteros de Caparrós, fue vital en su crecimiento deportivo. «Me hizo pasar de un nivel de Segunda B a uno de Primera». Llopis, de hecho, fue decisivo para convencerle de que debía fichar por el Levante UD.

Por su parte, Remiro considera que en Lezama se inculca «la casta» necesaria para «salir adelante cuando estás más fastidiado». «El año pasado en el filial del Athletic Club nos vinieron muy mal dadas, pero cada día entrenábamos más fuerte», aclara. Remiro se queda con Ziganda como el entrenador que más le ha influido. «El primer año con él no jugué nada, no me convocaba, pero impidió que me dejara ir», resume el internacional sub-21.

Sin embargo, los inicios de Fernández y Remiro son muy distintos. Al primero lo empujó su hermano mayor a la portería. «Íbamos a jugar con sus amigos, que eran más mayores, y me tocaba ponerme. Chutaban muy fuerte, pero vi que se me daba bien. Luego me puse de portero en el colegio y a partir de ahí ya no he parado. Me gusta», relata.

Lo de Remiro, en cambio, fue algo más complicado. «A mí me gustaba el judo. Iba con mi hermana y estaba muy contento. Luego empecé a jugar al fútbol y no me gustaba nada ser portero, era jugador. Pero mis amigos me pedían que me pusiera. ´Vale va, me pongo yo...´ Y así, poco a poco, hasta ahora. Hay veces que pienso: ¿por qué soy portero?», concluye entre sonrisas el meta levantinista.