La Vall de Gallinera es un paraíso para el senderismo. Lo tiene todo: naturaleza (la agricultura y los cerezos mantienen un patrimonio medioambiental de gran valor), paisaje, pueblos con encanto y patrimonio cultural. Pero hay vecinos que le tienen tirría a los «mochileros» (así los llaman con un deje despectivo). Son pocos, pero se hacen de notar. El ayuntamiento ha difundido ahora el enésimo ataque contra las sendas, que ya califica de «terrorismo rural». La senda que sube al castillo de Benissili (la fortaleza islámica de Al-Azraq) apareció bloqueada por restos de poda de cerezos. Impracticable. Es evidente que quien cerró la ruta quería demostrar su hostilidad al turismo senderista y de naturaleza. En pleno puente festivo, le dio por no dejar subir a nadie al castillo del siglo XI, que, además, es una excepcional atalaya desde la que se divisa todo el valle.

El alcalde de la Vall de Gallinera, Toni Pardo, denunció ayer este destrozo en la senda. Trasladó los hechos al Seprona. Recordó que, en otras ocasiones, se han arrancado carteles de señalización de las rutas e incluso se ha pinchado las ruedas a los voluntarios medioambientales que recuperan el patrimonio de veredas y sendas.

«Lamentablemente, todavía hay caciques que se creen los dueños del pueblo», denunció el munícipe.

En el castillo de Benissili, el conflicto viene de largo. Un vecino compró hace unos años unos terrenos en la zona de la Font del Castell, en la parte de arriba del baluarte de Al-Azraq. Quería que el manantial quedara dentro de su propiedad. Un deslinde confirmó que la fuente seguía siendo pública. Luego este mismo vecino compró un campo de cultivo que lindaba con una de las dos sendas que suben a la fortaleza en ruinas. Precisamente es esa la senda que ha aparecido ahora cerrada con restos de poda. El vecino asegura que ese trozo de camino le pertenece. Mientras, el ayuntamiento insiste en que las sendas son públicas y que ésta queda fuera del bancal que compró este vecino, conocido en el municipio por su aversión a los turistas.