El roscón de reyes es una modernez. El dulce genuino valenciano del día de los Reyes Magos es la casca, un rosco de mazapán de almendra y moniato de origen árabe y que, al menos desde el siglo XV, endulza la Navidad en comarcas como la Marina Alta. La casca ha estado en un tris de desaparecer. El roscón era mucha competencia. Este último pastel, que con sus adornos de frutas confitadas asemeja una corona repujada de piedras preciosas, tiene un aire más aristocrático y fino. La casca es más humilde. Pero también está más arraigada en la tradición pastelera valenciana. Y ahora empieza a resurgir. Los obradores que no han sucumbido a las modas y han seguido elaborándola así lo confirman.

La Pastisseria Diego de Xàbia, fundada en 1910, nunca le ha perdido la fe a la casca. La que realiza este obrador tiene la peculiaridad de que está totalmente cubierta con azúcar glaseada. En otros pueblos, el glaseado forma sobre el rosco dibujos a modo de golosos bordados.

«Antes de los juguetes, el regalo que recibían los niños el día de Reyes era la casca», explicó ayer Francisco José Diego Devesa, el responsable de la Pastisseria Diego. Aquellos tiempos nada tenían que ver con los actuales de empacho de regalos. Los niños anhelaban golosinas. La casca hacía realidad sus sueños de hincar el diente a un mundo un poco más dulce. El pastelero de Xàbia precisó que la casca venía dentro de una caja y acompañada de un puñado de golosinas, entre las que había caramelos, garrapiñadas y chocolatinas. A los chavales, nada más abrir el regalo, se les hacía la boca agua.

«Este año hemos elaborado unas trescientas casques. Nunca hemos dejado de hacerlas. Pero sí que es cierto que hubo unos años que se vendía muy poco. Se impuso el roscón de reyes. Ahora la tradición de la casca parece que se está recuperando», afirmó Diego.

Este dulce, de textura de mazapán, pero cuya base son la almendra y el moniato, no es para darse atracones. Basta un pedacito para saciarse y descubrir la tradición más deliciosa del Nadal valenciano.

La casca forma parte, además, del folclore. El pastelero de Xàbia, que ya es la tercera generación de la Pastisseria Diego, fundada por su abuelo Francisco, recita la letra de una cancioncilla típica de la Navidad en la Marina Alta. Dice así: «Senyor Rei, jo sóc ací; la palla i garrofes pel seu rossí, i els dolços i la casca per a mi».

En los tiempos de la pantagruélica Navidad, la humilde casca y el recuerdo de aquellos años en los que los niños eran felices con un puñado de golosinas vienen bien para recuperar la esencia de estas fiestas.