El «boom» taurino de los años noventa enmascaró los problemas estructurales del sector y postergó las decisiones necesarias que ahora ya resultan imprescindibles si se pretende la supervivencia económica de esta actividad.La burbuja taurina empezó a gestarse en los primeros años del siglo XXI, a semejanza de la burbuja inmobiliaria. Puro crecimiento especulativo, auspiciado por ayuntamientos que no podían renunciar en sus fiestas patronales a los principales toreros del escalafón de matadores y que se desmoronó al carecer de fundamentos de rentabilidad. El brusco descenso de espectáculos taurinos que se aprecia desde 2007 está ligado a la crisis económica como su crecimiento durante los primeros años del siglo XXI lo estuvo a la expansión entonces de la economía española. El sector taurino, como todos los sectores económicos, ha vivido influido por los avatares del entorno económico patrio.

La evolución en la cifra de espectáculos taurinos celebrados en España desde 2007 ha sido análoga a la experimentada, por ejemplo, por el sector de la vivienda. Del máximo histórico alcanzado hace cinco temporadas „con 1.011 corridas de toros y 667 novilladas con picadores„ se ha pasado a tan sólo 522 corridas y 248 novilladas con caballos en 2012. Una disminución acumulada del 48% y el 63%, respectivamente y que ha reducido la celebración de estos festejos prácticamente a la mitad en las cuatro últimas temporadas.

Por categorías, las plazas de tercera acumulan un descenso del 62% desde el pico de 2007 (de 1.665 festejos a 641 en 2012). En los cosos de primera y segunda se aprecia un retroceso más contenido del 23% y el 34%, respectivamente, consecuencia en parte de las condiciones marcadas por las Administraciones Públicas en los pliegos de contratación. Por el contrario, Francia ha sido un ejemplo de estabilidad.

Mientras en 2001 se organizaron un total de 137 festejos, en 2011 fueron 129: una reducción del 5,8% en diez años.Sin embargo, el precio de las entradas a los toros apenas se ha reducido tras la crisis del sector y la rebaja, cuando se ha producido, ha sido inapreciable si la confrontamos „por ejemplo„ con la caída en el precio de la vivienda.

Esta inacción en términos de precios retrae la asistencia de público a las plazas, demora la vuelta de quienes ya las abandonaron y genera aun más incertidumbre sobre la viabilidad de muchas ferias, según recooce el profesor Juan Medina, catedrático de Teoría Económica de la Universidad de Extremadura.. Si el precio de las localidades hubiese bajado, las entradas de 50 euros en 2007 estarían costando hoy 34 euros; o por una de 30 euros de entonces, se pagarían ahora 20. Niveles más asequibles que hubiesen evitado una detención tan brusca de la actividad, con las nefastas consecuencias que padecen ganaderos y profesionales, indica el profesor Medina.

Seguir negando la posibilidad de ajuste vía precios en un sector con demanda tan elástica como las corridas de toros, únicamente conduce a la inmolación económica. La rigidez en los precios que observamos en la mayoría de las plazas „frente a la flexibilidad característica de mercados más competitivos„ denota una estructura concentrada de la industria taurina, que obstaculiza la iniciativa de pequeños y medianos empresarios. Este oligopolio que controla dos de cada tres corridas organizadas en plazas de 1ª y 2ª categorías distorsiona el mercado taurino. Las grandes empresas que simultáneamente arreglan carteles, apoderan también matadores y crían toros como estrategia de integración vertical. Pese a todo, los toros siguen siendo una actividad económica que genera riqueza y empleo.

970 millones de impacto económico

Las ferias taurinas celebradas en 2009 tuvieron un impacto sobre la economía española de más de 970 millones. De ellos, 375 correspondieron a ingresos en taquilla, 133 a gastos indirectos en hostelería y transporte, mientras que el efecto multiplicador absorbió otros 464. Este significativo potencial de arrastre de los eventos taurinos pone de relieve su capacidad de generación privada de riqueza y respalda su inclusión como un eje destacado de la política cultural de las Administraciones autonómicas y municipales en la que representan una industria cultural con un sólido sostén financiero ajeno a los recursos públicos.

De hecho, según la última encuesta Gallup, el taurino constituye un mercado con 17 millones de consumidores potenciales.Con un impacto en taquilla 3,5 veces mayor que el cine español y casi el doble que el teatro, el sector taurino podría constituir un relevante grupo de presión influyente ante las distintas Administraciones.

Más recaudación por IVA que el cine

Los toros son el acontecimiento cultural que más ingresos proporciona a la Administración española en concepto de IVA. La recaudación por el IVA de las entradas vendidas en los espectáculos taurinos celebrados en 2009 ascendió a 41,4 millones de euros, casi seis veces más que el cine español (7,3 millones) y tres veces más que el teatro (14 millones). Este impuesto es sólo una de las contribuciones fiscales que los toros aportan a la Hacienda española. Otros tributos, tasas, cotizaciones sociales, emanadas del sector taurino benefician al conjunto de la sociedad, incluyendo a los que pretenden su desaparición.No obstante, la supervivencia de esta actividad cultural y económica pasa por la mencionada adaptación de los precios a la realidad económica actual y una reforma estructural en la manera de organizar festejos taurinos que dé cabida a una mayor flexibilidad a la hora de responder a retos tan decisivos como una crisis económica que no hiera de muerte uno de los espectáculos mundiales que más diversidad cultural y ecológica aporta.