Si hay algo que honra al Fondo Monetario Internacional es que al menos, por las razones que sea, tiene la capacidad de reconocer oficialmente sus desaciertos. En febrero de 2011, el organismo admitió a través de un informe de su auditor su incapacidad para prevenir la crisis que desde 2008 azota a la zona euro y que también ha tenido efectos notables en Estados Unidos. El texto sostiene que entre 2004 y 2007, período en el que era director el expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, las diferencias internas impidieron analizar la magnitud de la burbuja de crédito e inmobiliaria que se había generado y las políticas de países poderosos como Estados Unidos y las economías de la zona euro. También se dieron por buenos los diagnósticos sobre la fortaleza de los sistemas financieros, que después se revelarían fuertemente contaminados. El auditor puso de relieve cómo el poder de los países desarrollados alcanzaba al mismo FMI, hasta el punto de que muchos empleados reconocieron que estaba mal visto en el organismo cuestionar las ideas dominantes de las grandes potencias. La investigación interna también desveló las carencias de información con las que cuenta el fondo cuando ha de fiarse exclusivamente de los países.