Gente que trabajaba en los mercados o en las obras se ha metido ahora en la chatarra», afirmaba hace pocos días Francisco, chatarrero desde hace diez años en declaraciones al diario Información. El tremendo impacto de la crisis ha incrementado el número de personas que trata de encontrar en la recogida y venta de residuos férricos una salida económica. El fenómeno tiene su vertiente legal, pero también la ilegal, como demuestra el hecho de que se hayan disparado los robos de cobre y otros metales. El pasado mes de junio, una operación policial conjunta en varios países de la Unión Europea destapó 47 toneladas de metal de procedencia ilícita en centros de tratamiento y recuperación de residuos en la Comunitat Valenciana.

Sin embargo, pese a esa incorporación de nuevos chatarreros al por menor, no puede decirse que se trate en conjunto de un negocio boyante. La caída de la actividad industrial en España y en la Comunitat Valenciana ha tenido un efecto colateral en el sector de la chatarra en dos sentido. Ni las empresas que quedan demandan tanta materia prima, ni se generan tantos residuos como antes de la crisis. A eso hay que sumar los cambios de hábitos de los consumidores, que agotan muchos de sus electrodomésticos antes de cambiarlos o mantienen su vehículo durante años y retrasan la compra de un nuevo coche.

Esta ralentización en la generación de residuos ha reducido en un 40 % el negocio en el sector, según distintos actores dedicados a esta actividad consultados por este semanario. «Debido a la crisis y por la importación de máquinas de otros países que resultan más baratas, al producirse menos bienes españoles el consumo de materias primas desciende y los residuos descienden. No hay más que ver que muchos polígonos industrial tiene naves que están cerrando o medio abandonadas», explica José Miguel Vendrell, secretario general de Agenope, patronal que agrupa a gestores de residuos en la Comunitat Valenciana. La consecuencia es una reducción de precios, ya que aunque hay menos chatarra también ha menos demanda, y muchas empresas dedicadas a esta actividad han tenido que echar la persiana o reducir notablemente su infraestructura.

En este contexto, la exportación se ha convertido en una salida para las compañías fragmentadoras. España, un país tradicionalmente importador de materias primas, ha pasado a ser exportador de residuos férricos hacia potencias emergentes. China o Brasil son receptores habituales, pero Turquía se ha convertido en un lugar al que muchas empresas valencianas venden sus subproductos.

Aumenta la carga en el Puerto

El pasado mes de agosto, en el Puerto de Valencia se cargaron 112.000 toneladas de chatarra férrica, frente a las 63.000 que se descargaron, casi la mitad. La carga de residuos en embarcaciones con destino al extranjero se incrementó en un 23 %, pues en el mismo mes del año anterior la cifra fue de 91.000 toneladas. La descarga (importación) también aumentó un 18 %, pero se mantuvo muy por debajo de las salidas.

Antonio Luz es comercial en la Comunitat Valenciana de la empresa Lajo y Rodríguez (Lyrsa), una firma que cuenta con instalaciones de tratamiento de residuos férricos en toda España. «Tradicionalmente hemos sido un país deficitario, pero o ahora estamos en el caso contrario, se está exportando chatarra férrica, a países como Turquía. Antes las acerías españolas no dejaban que la chatarra se fuera, la pagaban, pero ahora son menos agresivos en la compra», afirma Luz. Lyrsa cuenta con una planta en Paterna con un almacén de 20.000 metros, máquinas de prensa cizalla, empaquetadoras y grúas y camiones prensa. Generalmente utiliza el Puerto de Sagunt como salida cuando encuentra clientes extranjeros, aunque también ha cerrado envíos a través del Puerto de Valencia o el de Tarragona. La carga se almacena al aire libre en algunos muelles de los puertos y se embarca a granel en las bodegas de los barcos con enormes grúas. «El barco lo pone el cliente».

Luz desvincula a su empresa de la sospecha que siempre arrastran estas compañías sobre la procedencia de los metales y las dudas sobre su legalidad. «Solo compramos a industrias y autónomos, a la industria automovilística, a fontaneros, a electricistas. Desde hace trece años no compramos a particulares. El origen de nuestra chatarra es de gente del sector (gestores de residuos) o de la industria.

El recurso a la exportación se produce pese a que España es un país donde no faltan posibilidades para dar uso a la chatarra. El país alberga 21 acerías que se han convertido en la mayor industria recicladora. El sector tiene capacidad para reciclar el 100 % de los residuos férricos que se generan. El 75 % de la producción siderúrgica española se obtiene de acero reciclado. Según datos de la Unión de Empresa Siderúrgicas (Unesid) publicados por El Economista, en 2012 se reciclaron un total de 11,2 millones de toneladas de acero, por encima de la media europea y mundial.

Para entender el negocio chatarrero hay que conocer cuál es el trazado del producto. Existen empresas de recogida de residuos que se encargan de retirar la chatarra de fábricas, empresas o construcciones. A estos hay que sumar autónomos o particulares que también recogen restos metálicos o los concesionarios de coches que se quedan con vehículos para retirarlos. Estos últimos acuden a empresas de desguace, mientras los primeros venden su producto a firmas fragmentadoras como Lajo y Rodríguez que clasifican y concentran grandes cantidades de metales para venderlos a su vez a plantas de fundición o acerías. Los metales se reciclan como materia prima para comercializarlos en industrias y plantas de fabricación de productos que emplean este tipo de materiales.

Ante el descenso de la demanda de metales ya reciclados, no sólo los grandes chatarreros optan por exportar, sino que también las acerías han incrementado las ventas al extranjero. El año pasado, las acerías destinaron al mercado exterior el 71 % de su producción, con un valor de 8.000 millones de euros. Esto generó un saldo comercial positivo para España de 2.100 millones de euros frente a los 1.420 millones del ejercicio de 2011. Los precios de los metales dependen mucho de los mercados internacionales y a veces no se fijan directamente entre los actores que participan en el intercambio comercial. La Bolsa de Metales de Londres es uno de los índices de referencia. Muchas acerías o fragmentadoras venden directamente a brókeres o intermediarios que perciben una comisión por las operaciones que realizan. Estos mismos intermediarios mueven a veces las embarcaciones que recogen las cargas de chatarra y las llevan a su lugar de destino.

Pese a todo, la Comunitat Valenciana no se ha beneficiado este año de la dinámica general. La exportación de materiales de fundición de hierro y acero cayeron un 18,6 % entre enero y julio, y se situaron en 180 millones de euros, según el último informe de comercio exterior publicado por el ICEX. Las importaciones también cayeron un 12,13 %,, pero su volumen fue mayor, de 466 millones de euros. El saldo comercial fue negativo para la Comunitat Valenciana, donde no existen acerías de fundición de residuos férricos propiamente dichas.

Pero ese descenso de las ventas también puede tener que ver con el descenso generalizado de generación de chatarra. «Hay empresas fragmentadoras que hay semanas que están mirándose a la cara. Van llamando a los gestores de residuos de metales pero muchas veces no hay material», afirma José Miguel Vendrell de Agenope.

María José Garfella regenta una pequeña compañía de gestión de residuos y la recogida de chatarra en empresas. «Somos una empresa pequeña familiar que vendemos a almacenistas. Hacemos viajes pequeños. Vamos a por el producto a todo tipo de industrias. Antes la mayoría era de la construcción pero ahora la actividad ha caído más de un 40 %», explica. Garfella sostiene que su empresa estaba saneada y están logrando capear el temporal, pero son muchas las otras firmas que han tenido que cerrar. «Esta todo fatal», afirma.