El presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (Ascosa-AVA) en Sagunt, Francisco Campillo, ha reconocido la «preocupación» que supone el paulatino abandono de terrenos de cultivo que se vive año tras año. Los motivos son los mismos que se han venido denunciando desde hace tiempo y se centran en que no existe un relevo generacional en el sector debido a la falta de rentabilidad. «¿Quien se va a atrever a invertir si, como mucho y con suerte, lo máximo que va a conseguir es recuperar el dinero?», se pregunta.
Este drama, además, se agudiza después de campañas como la del pasado año, que resultó «desastrosa». Campillo apunta que «se perdió mucha naranja y la gente cierra el grifo. El año pasado empezamos con más moral, pero más del 60 % de las clemenules se malogró. Además -añade- mucho fruta se dejó en el árbol, así que no descansó y eso afecta directamente a la campaña de este año».
Otra de las esperanzas que se fue al traste durante el pasado ejercicio fue el cambio de variedades. «Parecía que el caqui o el aguacate podrían convertirse en una tabla de salvación para el agricultor, pero también fue un desastre el año pasado», admite el presidente de la agricultores en Sagunt.
Más allá de las estadísticas, Campillo apunta que «en la última década y sólo en Sagunt se han perdido oficialmente 20.000 hanegadas, aunque en la realidad es mucho más, ya que hay campesinos que no se dan de baja, pero mantienen una producción testimonial». Otro ejemplo de este calvario, según Campillo, tiene lugar en Albalat dels Tarongers, donde «en los últimos tiempos se ha perdido cerca del 70 % de los cultivos de la conocida como huerta vieja».
Este pesimismo todavía mantiene un rayo de esperanza, basada en que «los comercios siguen demandando los productos y esperamos que el mercado reaccione, debido a que cada vez hay menos terrenos de donde escoger la fruta».
