«Ampliará capital, venderá activos y reducirá a la mitad su tamaño». Así rezaba la semana pasada el titular de una noticia económica en referencia al plan anti-crisis de ¿quién? ¿de una caja de ahorros empachada de activos inmobiliarios? ¿algún club de fútbol local sobreendeudado? ¿un gobierno autonómico con riesgo de suspensión de pagos? No, por estos lares hace tiempo que nadie toma decisiones. 'Sólo' se trataba de un (re)conocido banco on line holandés con presencia global. Por la economía local (España es una aldea) sigue pasando el tiempo y nadie decide nada, paralizados los sectores empresaiales, la banca y los gobiernos por un estigma de inercia y conservadurismo que bloquea cualquier salida de este dichoso túnel. Está ocurriendo ahora mismo en, por ejemplo, el sector de bancos y cajas de ahorro y sus enormes bolsas de vivienda (activos inmobiiarios) obtenidos en dación de promotores arruinados, ejecución de deudas impagadas e hipotecas no cumplidas. El problema está presionando intensamente, como el exceso de colesterol en las arterias, sobre la libre circulación de la industria financiera y sobre el ahora hiératico mercado inmobiliario ibérico. En un impresionante alarde de impotencia, un directivo de las cajas de ahorro se lamentaba el otro día en València ante un auditorio estupefacto afirmando que «la solución es que no hay solución».

No todo permanece inmóvil. El Banco de España ha ordenado a bancos y cajas de ahorro que dupliquen a partir del año que viene sus dotaciones sobre las viviendas que no devuelvan al mercado —es decir, que no vendan— en el plazo de un año. Si hasta ahora las entidades financieras tenían que aparcar un 10% del valor de esos inmuebles, ahora deberán reservar el doble (20%), cifra que para algunas con más de 1.000 millones en pisos embargados, como podrían ser Bancaja y CAM, representará una aportación perfectamente capaz de agrietar seriamente el aún consentido maquillaje de resultados que nos ofrece el conjunto del sistema financiero español para mantener la solidez de su imagen y credibilidad. Los expertos señalan que esta medida del hasta ahora tolerante Banco de España y de MAFO, su profeta, se debe a que las entidades rechazan bajar el precio de sus inmuebles para no contabilizar más pérdidas, optando por aguantar hasta que el mercado se recupere. En la crisis de los 90 esa estrategia funcionó y los que aguantaron obtuvieron posteriormente pingües beneficios. Pero ahora todo es diferente y MAFO estaría empujando de esa forma a las que se resistan a adelgazar sus carteras de vivienda. Con ello se quitarían de encima una pesada mochila y contribuirían a la movilización del bloqueado mercado inmobiliario, cuestión clave para la reactivación general de la economía. Y nada como bajar el precio de la vivienda hasta esa frontera del 30% que los sabios proponen y los banqueros temen. Se le llama ajuste. Existen dificultades de tipo contable para llevarlo a cabo y el sector financiero reduciría sus beneficios por vender activos por debajo de su valor, pero más perderían si no hacen nada esperando una época más propicia...

Anda inquieto el Banco de España con el comportamiento 'tancrediano' de las cajas de ahorro. La mayoría se muestran remolonas en el ejercicio de las funciones que recogen sus objetivos fundacionales y han tomado como costumbre rechazar las indicaciones del regulador. Las cajas de ahorro, como los bancos, recibieron en su momento indicaciones para evitar concentrar tanto riesgo en la industria inmobiliaria (eran los tiempos de Jaime Caruana, 2000-2006, un gobernador que no pasará a la historia por su pulso firme). Ni caso. Tonto el último. También se susurraba en el caserón de la Cibeles cuánto debería subir el precio de la vivienda cada año, un índice mixto elaborado a partir del precio del dinero y la inflación. «¡Ah, sí, muy interesante, pero que empiecen los otros!». Desatendieron las indicaciones y cebaron la gran crisis que estalló en 2007. Las cajas siguen haciéndose las sordas a la hora de abordar una urgente y necesaria rebaja en los precios de sus activos inmobiliarios como primera medida para deshacerse de ellos. Pero también están desoyendo las recomendaciones del Banco de España para iniciar el proceso de fusiones entre cajas que devuelva proporcionalidad al sistema ajustando su capacidad instalada de producción, es decir, su número de empleados y de oficinas. (Bancaja y CAM han ejecutado de modo impecable el guión general de todo el sector: desoyeron al BdE y concentraron excesivo riesgo en el ladrillo contribuyendo con ello a la burbuja y a la crisis financiera. Ahora aducen no poder bajar los precios de su inmenso lastre de viviendas y tampoco se dan prisa ni muestran mayor interés en acometer el recomendado proceso de fusiones (atentos a un Rodrigo Rato a los mandos de CajaMadrid: ese toro es un 'vitorino'...). Es como si los perpetuos estamentos dirigentes de ambas no tuvieran deseo alguno no ya de escuchar al Banco de España, sino tampoco de eliminar los 'michelines' que las impide actuar con la agilidad y prestancia que los empresarios esperan de ellas).

Admitámoslo ahora que han pasado 20 años desde que cayera el muro y no nos oye nadie: el sistema financiero es el corazón capitalista que bombea la energía vital de la economía de mercado en la que nadamos todos, empresarios, trabajadores e intermediarios. Y una de dos, o el sistema financiero, especialmente las cajas de ahorro, antaño motivo de orgullo patrio, entra en vereda abordando decididamente su propia reconversión, o el país entero, no sólo sus bancos y cajas, se convertirá en el auténtico 'zombi' de la economía europea. Fuera colesterol.