Los efectos de la explosión de la burbuja inmobiliaria son también inmisericordes sobre la ciudad de Valencia. Hoy sabemos que el nuevo Mestalla (si llega a ser) no será aquella obra de la que tanto alardearon algunos; asimismo, la superación del corte urbano que es la actual playa de vías de la Estación del Norte, esta mas allá del ciclo vital de muchos de nosotros, que no veremos el sugestivo Parc Central propuesto, con el enterramiento de vías y una estación pasante diseñada en otros momentos.

Sin abusar del paralelismo entre obras de tan complicada terminación, puede ser oportuno apuntar algunas similitudes entre ellas.

La primera, y más importante, reside en la trascendencia que la posible no culminación de estos proyectos va a tener para los respectivos colectivos afectados. Sin alguna solución que haga de Valencia una estación pasante, la comunicación que venga del Sur o desde la meseta, hacia el Norte y viceversa no va a tener posibilidades de desarrollo. La capacidad del actual túnel del Cabanyal tiene un límite evidente y sus dos únicas vías son (serán) el único paso previsto para los próximos años.

En el caso futbolístico, en la hipótesis que no se resuelva toda la operación inmobiliaria existente respecto al nuevo Mestalla, el Valencia SAD tiene muchas posibilidades de diluirse.

Un segundo punto en común de ambas iniciativas es la forma como las dos se pasaron al presentar sus proyectos respectivos. No hace tantos años que vivimos concursos internacionales sobre el diseño del nuevo campo o de la urbanización del futuro Parc Central. No digamos nada de la presentación de la estación con gabinete arquitectónico a juego de la prestancia del precio del edificio con sus plantas bajo tierra: 857 millones de euros. Afortunadamente, en la actualidad, la sobriedad en los nuevos planteamientos parece alejada de aquellos ritos algo más que pedantes.

La tercera similitud tiene que ver con que ambos proyectos se basaron (se basan) en suposiciones relacionadas con lo inmobiliario, que no se han confirmado y que hoy están desaparecidas. Se iban a construir cosas muy costosas con fondos procedentes en parte de terrenos liberados, sobre las que se iban a construir grandes edificios junto a jardines excelentes, que fueron incluso objeto de discusiones por el impacto ambiental. El viejo Mestalla y los terrenos liberados por el futuro soterramiento sigue sin tocarse. ¿Podía Valencia absorber tantas viviendas y oficinas?

Un cuarto paralelismo, que quizás haya que ver por el lado positivo del realismo, es el espíritu y la voluntad con los que, en los últimos meses, ambos proyectos han sido redimensionados por parte de las instituciones que están encargadas de articularlas. Fundación del Valencia CF (desaparecidos de ella determinados irresponsables) y Valencia Parc Central (más estable en el tiempo) cuentan con personas solventes a su frente. Además disponen de un grado de neutralidad política que ya quisiéramos haber visto en otras iniciativas relacionadas con el ladrillo, como Aeroport de Castelló, Terra Mítica y Ciudad de las Artes y de las Ciencias, para citar sólo una por provincia.

La solvencia y la moralidad presentes en las dos operaciones, son mucho mayores que las que vivimos en las otras obras ya culminadas, que ya van camino de la vaciedad física de sus instalaciones y de la patente inmoralidad de sus promotores, muchos de ellos con recados procedentes de los juzgados. Tenemos demasiados ejemplos del desastre que producen los ladrillos bajo el brazo de inmorales; obras que no surgieron como resultado de un determinado plan de financiación, más o menos acertado, sino de entrar a saco en el presupuesto público de los valencianos.

La quinta semejanza tiene que ver con el papel jugado por el Ayuntamiento y la Generalidad en ambos proyectos, inmersos como estaban en ganar elecciones y en proclamar que Valencia iba a ser la ciudad líder de muchas cosas. Con el tema de Mestalla, Rita Barberá (sin demasiada resistencia de la oposición, por aquello de lo que tira el fútbol) reclasificó terrenos a destajo y Camps se puso la medalla de unos créditos que no podía avalar. En lo de Parc Central se firmaron convenios con el Estado que ni una ni otro cumplió.

Puesto que lo acaecido con el Valencia SAD es más conocido, las últimas noticias sobre el ferrocarril obligan a dar una primicia desagradable para la ciudad: Tras más de ocho años de discutir el futuro del Parque Central, en los borradores que maneja el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), la integración de la ciudad de Valencia en el corredor mediterráneo está ¡en estudio!

No se trata de repartir culpas, sólo explicar lo ocurrido. ADIF dice, no sin razón, que su actuación prevista en Valencia costaría hoy 2.633,7 millones de euros, y que tiene un convenio no satisfecho por el ayuntamiento y la Generalidad de 804,5 millones.

Estamos hablando de un plan tan necesario como ambicioso: a) remodelación de Fuente de San Luis; b) soterramiento del canal de acceso (4,2 Km); c) la citada Estación Central soterrada; d)el túnel pasante camino de Alboraia y e) la urbanización del Parc Central.

Con los 475,9 millones que ADIF llevaba gastados a finales del 2012 daba por finalizadas y en servicio las obras de acceso al nudo sur, la remodelación de Fuente de San Luis y las Fases I y II del canal de acceso que incluyen la Estación Joaquín Sorolla; sin ella no habría ni AVE, ni continuidad para Parc Central y sólo costó 37,7 millones.

Dicho lo anterior, se reconoce que hasta aquí llega el Estado. ADIF se limita a constatar que se está realizando un estudio para plantear una posible ejecución por fases de la obra que falta y que haga viable económicamente la actuación. Alguien debería preocuparse menos de Blasco y más por las «no obras» de ADIF.

Hoy sabemos que tanto en el caso de Mestalla, como en el del Parc Central y su estación ya no se pretenden llevar adelante todo lo que se pretendían. La cuestión ahora ha pasado a si ambos proyectos corren el riesgo de verse abocados a tener que renunciar incluso a sus versiones reducidas. Sería muy duro que el riesgo del colapso crezca a medida que aumente la profundidad (que nadie conoce) de la ruptura del modelo de lo inmobiliario en Valencia.

Más vale asumir la realidad, que dejarse llevar de sueños que acaban en pesadillas reales. No es de mal valenciano, pedir una respuesta realista sobre el futuro de Mestalla. Sin embargo mucho más importante es preguntarse sobre el calendario del Parc Central; callarse al saber, ya en 2013, que «está en estudio» tiene mucho de suicidio. Conste que no digo homicidio por parte de Madrid, ya que la utilidad del arte del lloro, también es de otra época, como la burbuja inmobiliaria.