La población próxima al delta del Ebro, especialmente en las localidades de Alcanar, Vinaroz, Benicarló y Peñíscola, está alarmada. Desde el mes de septiembre están experimentando una actividad sísmica inusual, detectándose más de 350 sacudidas de magnitud inferior a 2, cuyos epicentros parecen distribuirse a lo largo de una línea de 20 km (que parece dibujar una importante fractura), mientras que los hipocentros rondan los 3 km de profundidad. Es decir, son superficiales y se perciben con más facilidad.

Los pasados 1 y 3 de octubre se registraron temblores de magnitudes 4,2 y 4,1 respectivamente -los mayores históricos de la comarca-, lo que llevó a activar el Plan de Riesgo Sísmico. Sin embargo, las magnitudes detectadas en la costa oscilaron entre el grado 2 y 3, sin alcanzar valores que puedan provocar daños en edificios e infraestructuras.

La proximidad a los terremotos al Proyecto Castor, situado a 21 kilómetros de la costa mediterránea, y la asociación temporal de los hechos, hacen sospechar que la inyección de gas sea la causa de los mismos. La empresa responsable, Escal UGS, suspendió totalmente las operaciones el 16 de septiembre.

¿Qué significa el proyecto Castor-Vinaroz? Se refiere a un gran almacén subterráneo de gas que aprovecha la estructura abombada carbonatada de un antiguo yacimiento petrolífero agotado (Amposta marino) -explotado por Shell en los años 70 y 80-, situado a 1.750 metros de profundidad bajo terrenos permeables y una lámina de agua de 60 m.

El gas almacenado en una planta terrestre, situada al NO de Vinaroz, es conducido a través de un gasoducto hasta el depósito submarino, donde queda alojado rellenando la porosidad de la roca que antaño contenía el petróleo y que en la actualidad está saturada de agua salada que «remonta» o sube cuando se extrae el hidrocarburo, ocupando su lugar y rellenando los poros abandonados por aquel. No es cierto lo dicho últimamente de que el yacimiento está vacío y fracturado.

Se trata de un almacén estratégico, capaz de almacenar una cantidad de gas equivalente a un tercio de lo que consume España en 50 días, y en cuya puesta en marcha se han invertido 1.300 millones de euros. Aparte del descrito existen en nuestro país otros almacenamientos de este tipo en Serrablo (Huesca), Brihuega (Guadalajara) y «Gaviota» (frente a la costa de Bermeo, Vizcaya). Además de otros 6 -aprobados en mayo de 2008- y en fase de proyecto.

Los almacenamientos subterráneos de gas natural comenzaron a desarrollarse en los años 30 del pasado siglo en Estados Unidos y en la actualidad sobrepasan la cifra de 600 los repartidos por todo el mundo; en Europa existen algunos, como los de Norg (Holanda) y Loenhout (Bélgica). Todos ellos aprovechan estructuras geológicas variadas (yacimientos agotados de gas y petróleo, acuíferos, cavernas de sal o minas abandonadas).

La existencia de una formación porosa y permeable, una cobertera estanca y una estructura protegida con una superficie de cierre son condicionantes a tener en cuenta, junto con el factor profundidad que permita la compatibilidad entre los regímenes de presión en la red de transporte y en el almacén.

¿A qué son debidos estos terremotos? Se trata de temblores inducidos al iniciarse la inyección de gas (en otros casos, diferentes fluidos como las aguas residuales, el CO2 en forma de fluido supercrítico, salmueras, etc.) en el subsuelo. Una microsismicidad (hasta grado 2) se produce en todos los casos, por lo que constituye una situación normal y, por otro lado, es útil técnicamente pues permite controlar el avance del proceso de inyección. Lo que no es habitual es la presencia de sismos de grado 3 o superior (recordar aquí que la escala de intensidad sismológica no es lineal sino exponencial, de forma que un terremoto de grado 4 es 100 veces más intenso que uno de grado 2). Esta anormalidad es la que debe estudiarse con cuidado antes de seguir con la inyección. Entre otras razones porque una fractura abierta en el almacén puede ser un camino importante de escape del gas inyectado acabando con la estanqueidad del área, situación que obviamente a nadie interesa.

Parece inevitable comparar estos sucesos con los que se producen durante la aplicación de la técnica de fracturación hidráulica en los yacimientos de tipo «shale gas», aunque la situación es la contraria. En estos proyectos se fractura la roca rellenándola con arena y otros apuntalantes, vaciando luego el fluido de inyección con objeto de dejar la zona preparada para la extracción de gas, a partir de una roca madre generadora. En esta circunstancia, la sismicidad inducida suele ser inferior a 3,5 de magnitud y sólo es detectada normalmente por los sismógrafos. Por el contrario, en las inyecciones de gas debe evitarse la fracturación de la roca pues podría eliminar la estanqueidad del almacén arruinándolo.

Es evidente que las inyecciones gaseosas provocan un cambio en el estado tensional al que está sometido el terreno, especialmente importante en el proceso de expansión del fluido, que somete a presiones diferenciales las rocas, pudiendo llegar a fracturarlas. Asimismo, es bien sabido que son las fallas tectónicas (fracturas del terreno con desplazamiento de los bloques) las que originan los terremotos. En el ámbito del campo petrolífero de Amposta existen numerosas fallas de pequeña escala que están bloqueadas. La manifestación de los pequeños terremotos significaría la liberación de energía en las mismas, producida ésta por la presión de la inyección gasística; esta microsismicidad relaja, de algún modo, las tensiones naturales del terreno y evita el desarrollo de terremotos de mayor intensidad. El problema se agravaría si la sobrepresión del gas llegase a afectar a fallas importantes -como la conocida precisamente como falla de Amposta- cuyo movimiento podría producir terremotos de mayor intensidad. De todas maneras, con la suspensión del llenado de gas en el almacén submarino debería remitir en breve plazo el episodio de sismicidad.

Parece pues prudente que el Ministerio de Industria español haya suspendido la actividad almacenadora de gas en el proyecto Castor. Es necesario revisar con detalle la situación y dinámica de las fallas (ampliando la red de sensores sísmicos) e investigar otras características de este entorno geológico que pudieran estar involucradas antes de proseguir con las operaciones gasíferas.

A nadie interesa que este fenómeno progrese (incluidas las empresas comprometidas). Debemos señalar además que este tipo de instalaciones son seguras, habitualmente utilizadas en otras zonas del mundo y que, una vez más, las leyes y la Administración cumplen con su papel de garantes de la seguridad paralizando el proceso que en su día permitieron y obligando a un estudio más detallado a la luz de los últimos datos. Una vez se realice ese estudio, se tomaran por las autoridades correspondientes, tanto técnicas como políticas, las medidas oportunas para garantizar la seguridad de las personas, las instalaciones, el medio ambiente, etc. La industria petrolera continuará, la población puede estar tranquila y los mensajes catastrofistas que se escuchan pueden tenerse como manifestaciones interesadas o desinformadas. Tenga usted por seguro, lector, que no se va a producir un tsunami, ni se va a activar ninguna placa tectónica, ni pasaran otras calamidades que se han dicho al calor de una situación que hay que valorar en sus justos términos.

?Geólogos