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Bueno para el Valencia, para Bankia y para Lim

Peter Lim no es El Mesías. Ni siquiera Moisés porque quien le ha abierto las aguas del Mar Rojo ha sido Ignacio Goirigolzarri. Sin embargo, la solución alcanzada es buena para el Valencia Club de Fútbol, buena para Bankia y se supone que buena para el inversor singapurense, que ha sido el único que, finalmente, ha dado la cara y ha puesto encima de la mesa los veintidós millones, primer pago para la compra las acciones de la Fundación, cantidad avalada públicamente y cuya situación era insostenible.

Quienes vociferaron aquello de «el sentimiento no se vende» ya pueden olvidarse del eslogan. La única salida para el club era la compra de la mayoría de las acciones por parte de un inversor. Lo lamentable es que la sociedad valenciana y valencianista, no ha salido al rescate. Mucho bla-bla y «de forment, ni un gra». Conste lo ocurrido, la venta del «sentiment» como el pecado que será imposible olvidar. Y a estas alturas de la función, hay que agradecer al singapurés que haya arriesgado parte de su fortuna en salvar al Valencia. Seguirán surgiendo notas sobre sus fallidos intentos por formar parte de otros grandes clubes europeos. Lo importante en este momento es agradecer que, finalmente, aunque tras larga negociación, haya acudido a solucionar los problemas que no han sabido o no han querido solventar valencianistas con poder económico y presencia social.

El contrato, ha tenido demoras por los cuatro puntos que se consideraron fundamentales. La entidad bancaria ha intentado desde el primer momento garantizarse el cobro de la deuda, actitud lógica. Como también los es que Lim quiera hacer negocio. Sería altamente sospechoso un individuo que llegara predicando la generosidad por doctrina.

Los cuatro puntos de la fricción entienden en medios bancarios que se han organizado y pactado de manera satisfactoria. Desde el punto de vista de la entidad crediticia se ha intentado salvaguardar al patrimonio del Valencia que, a fin de cuentas, es el suyo.

Al endeudamiento ilimitado que se pretendía desde Meriton se la ha puesto límite. El Valencia tiene 230 millones de deuda, el acabar el nuevo estadio puede costar 150 y se endeuda más con el préstamo de 100 millones que le proporciona Lim. La deuda está condicionada al aumento de una decena de millones más. Ahora bien, si el club necesita aumentar el endeudamiento será a costa de que otra entidad proporcione la cantidad necesaria. Bankia ha considerado subordinar los pagos del endeudamiento a cobrar su deuda.

Bankia tiene como deudores a todos los grandes clubes españoles, incluidos Real Madrid, Barcelona y Atlético y por lo tanto no es excepción el Valencia, aunque con ninguna de las citadas entidades sea acreedor tan grande. El nuevo préstamo que se pueda solicitar está establecido que, en ningún caso, saldrá del propio Valencia y Lim se ha comprometido a pagar a Bankia antes que a ningún otro prestamista. Bankia pretende recuperar el dinero porque de ello ha de dar cuenta a sus accionistas. No se debe olvidar, que, además, es entidad intervenida y hasta vigilada desde Bruselas.

Una de las cuestiones importantes que se consigue con el acuerdo de venta es la liberación del Consell del aval concedido para que la Fundación pudiera adquirir la mayoría de acciones, aquellas a las que no acudió la masa social valencianista. Lim pagará en cuatro años el total de la deuda de la Fundación, es decir el valor de sus acciones.

La operación ya está pactada en todos los aspectos. Tras ello, hay que olvidarse de aquello de democratizar la sociedad. El Valencia tiene dueño y todos los demás accionistas lo más que pueden hacer es acudir a las juntas a mostrar su opinión. Pero sí hay labor que se debe confiar a gentes con buen saber y entender: la vigilancia de las políticas económicas y deportivas de los nuevos mandatarios. Lim compra y se le debe respeto por haberse comprometido, pero desde el punto de vista social no debe tener cheque en blanco. El «sentiment» ha sido malversado.

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