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Julio Monreal

Piratas de ecoparque

La ubicación semiclandestina del único ecoparque de la ciudad de Valencia alimenta todo tipo de incidentes mientras los escombros se amontonan en solares y arcenes

Valencia fue prácticamente la última ciudad del área metropolitana que se dotó de un ecoparque para que empresarios y particulares depositaran en él sus residuos reciclables. Ni el ayuntamiento quería ni los vecinos estaban dispuestos a tener uno cerca de sus viviendas. De los dos proyectados sólo se llevó a cabo uno, en la zona Sur, escondido entre maleza y alquerías ruinosas junto al nuevo cauce del Turia y el talud del ferrocarril. El otro, previsto en Poble Nou, se diluyó como la bruma por la oposición vecinal.

No resulta extraño, con estos antecedentes, que la vida del ecoparque haya sido una sucesión de sobresaltos. El más importante tuvo lugar cuando una banda perfectamente organizada instaló un campamento en el exterior del recinto, alineado con tres de sus cuatro muros (el cuarto es el acceso por carretera) y empezó a asaltar el fuerte robando lo que le parecía de las jaulas y contenedores en los que habían sido depositados los residuos. Después de no pocos episodios y cuando los desechos de los desechos, abandonados por la banda alcanzaban ya casi dos metros de altura, la policía puso fin a los asaltos.

Recientemente, la piratería ha reaparecido en el lugar aunque con un perfil menos agresivo. Ahora, chatarreros con furgoneta echan el alto a los vecinos recicladores y les piden la carga por caridad, para extraer una parte del botín y deshacerse del resto en cualesquiera de los cientos de vertederos incontrolados y de arcenes de caminos y carreteras de la capital que llevan años cubiertos de escombros y restos de todo tipo. Es lo que tiene la ubicación semiclandestina del ecoparque, orillado, con un acceso tercermundista y cubierto tras las cañas. Si estuviera en el centro de la plaza del Ayuntamiento no se vería tan ignorado por los buenos y tan acechado por los malos. Quizás dentro de 20 años el Gobierno local empiece a creer en el reciclaje. Es el tiempo que ha tardado en abrazar la fe del carril bici.

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