Hace tiempo tuve la ocasión de conocerla micrófono en mano y me sorprendió gratamente su simpatía, mucho más que otras con un currículo bastante menos extenso en el mediático mundo de la celebridad. La última vez que pisó un plató de televisión lo hizo como presentadora, si no lo recordáis mejor porque la cadena amiga retiró el programa después de cinco emisiones haciéndole un favor a ella y al espectador. 20 años después una crema «antiedad», no podía ser de otra forma, ha hecho posible que la reina madre de corazones se ponga delante de una cámara que no sea la del Hola! Ella ni canta ni actúa, ni escribe pero su presencia ha otorgado la máxima audiencia en la historia de El hormiguero, una hazaña que Will Smith o Justin Bieber no pudieron igualar en su día. Isabel Preysler, etérea, aterrizó en el espacio para mostrar su lado más humano aunque empezó por sentarse en la silla del presentador mostrando su perfil izquierdo que es el bueno y por algo vive de eso. Lo que vino después fue un festín de revelaciones que seguro han dado mucha vida estos días a las porterías, porteras y porteros de este país. Muchos consejos de belleza para mantenerse así de perenne en forma de batidos de verduras, vitaminas y todo el hierro que te puede dar tres platos de lentejas seguidos. Esto último creo que es lo único en lo que me sentí identificado porque lo de coger un avión privado para ir a ver a tus hijos en navidad no resultó muy cercano. Para acortar tanta distancia, un poco de transgresión, Isabel nos enseñó que las gambas se pueden comer con las manos y confesó bailar en la ducha€
Todo en un tono moderado porque quedó claro que a pesar de intentarlo, el show no iba con ella, diría que es como el polo opuesto de Diego el Cígala en cuanto a invitados se refiere. Un par de experimentos y el peloteo tradicional del presentador hicieron el resto y ella contenta que se iría a su casa grande. No esperaba menos la verdad pero tampoco más€
