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Una de romanos

Cuando ya temía pasar la Semana Santa sin película bíblica o de romanos, Televisión Española programó Ben-Hur el Domingo de Resurrección. ¡Aleluya! Es verdad que Paramount Channel repite a menudo Sansón y Dalila y triunfó con Los diez mandamientos en Viernes Santo, pero eso no cuenta. Son los canales generalistas los que se alejan de la apuesta clásica, con lo bien que funciona eso siempre que no hablemos de José Luis Moreno. Más de un millón seiscientos mil espectadores volvimos a ver el film de 1959 premiado con el récord de once Óscar. Tantos como Titanic, que ha vuelto a Telecinco, cadena que nunca puede ser menos.

La cuestión es que disfruté de Ben-Hur aunque se me escapara el paso del héroe por galeras a causa de una oportuna siesta. En estos casos conocer el argumento de memoria es un plus ventajoso y tuve otro aliciente: la lectura de un artículo en la revista Jot Down que recuerda cómo el guionista Gore Vidal y el director decidieron que Stephen Boyd, Messala, afrontara su relación con el protagonista Judah Ben-Hur como si en el pasado hubieran sido amantes. Un matiz que al revisar la película me quedó muy claro. Tiene gracia que a Charlton Heston prefirieran no contarle nada de la idea, que él siempre negó muy irritado. Quién sabe si fue éste uno de los motivos que le llevó a empuñar las armas desde la presidencia de la norteamericana Asociación Nacional del Rifle.

Otro aliciente imprevisto fue disfrutar la espectacular carrera de cuadrigas después de tantas retransmisiones de Fórmula 1 y darme cuenta de que todo está inventado desde antes del culebrón de Fernando Alonso narrado por Antonio Lobato. Hasta creí ver en el malvado Messala algo de Hamilton.

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