Si estuviera entre nosotros me encantaría darle las gracias por algunas de las mejores series que vivirán para siempre en mi subconsciente, pero si por una cosa tengo que estar agradecido a Aaron Spelling es por haberle dado la vida y papeles secundarios a su hija, Tori. Ella no es las más bella y pertenece a ese club de «hijas de» con escaso talento que no te dejan indiferente. En lo profesional se asemeja a Rociito y en lo físico me recuerda a una extraña y por qué no, perturbadora fusión entre Belén Esteban y Rosa Díez pero a lo estadounidense.
Su calidad interpretativa tocó techo en los maravillosos 90 con la serie de su papá en la que interpretaba la ingenua Donna Martin y que marcó para bien o mal, según se mire, a los adolescentes de mi generación. En Sensación de Vivir era la que ninguna de las espectadoras quería ser, el patito feo del club de las pijas que nunca llegó a cisne a pesar de numerosos intentos a golpe de bisturí, muy frecuentes entre los de su misma especie en Beverly Hills. Después de 90210 poco más? Parodias de si misma en Scream o Scary Movie y algunos telefilmes que aquí podemos ver las tardes de domingo en ese espacio de cine de culto a la siesta llamado Multicine en Antena 3. Pero el mejor papel de Tori Spelling es su propia vida, en la que se divorcia, se vuelve a casar, pare cuatro hijos, lucha contra su madrastra por la herencia de su progenitor e ingresa en el hospital creyendo que tiene ébola en vez de una bronquitis que le fue diagnosticada.
En su último capítulo es noticia de largo alcance por poner toda la carne en el asador, su cuerpo cayó sobre una parrilla ardiendo de un restaurante japonés en su California natal. La pobre pero a la vez rica, sufre quemaduras y por primera vez los rayos UVA o el sol de Santa Mónica no han tenido nada que ver. Tori gracias por dejarte la piel en todo lo que haces. Llamadme raro pero a mi estas cosas me alegran la vida?
