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Jesús Civera

Al 24M con barro

A Fabra le ha venido a ver el escándalo Imelsa cuando menos se lo esperaba. Sabía que existía, como lo sabía media Valencia. Desde hace meses, la fiscalía -en coordinación con la de Madrid- sembraba y recolectaba datos y filtraba el material abandonado en su mesa, principalmente por EU. Anticorrupción daba fecha para el estallido del caso. Marzo. Ha sido en abril, cuando las elecciones están ya en flor. El error temporal es previsible. La Fiscalía maneja los tiempos, como la política, y a veces el tic-tac oscila fuera de compás.

Presidencia conocía esas oscilaciones -que afectaban al Palacio de la Batlía- como las conocía todo el arco político parlamentario y extraparlamentario. Lo que ocurre es que Presidencia pone los huevos en la cesta más refulgente, que es la que suele dar más réditos después. Si hacemos caso al entorno de Rus, Presidencia no solo se codeaba con los claroscuros de la investigación, sino que la estaría gestionado en sus dilatadas cocinas. Si fuera así, el fracaso es importante. Porque el «caso Imelsa» no es una causa contra Rus sino contra el PP. Al barón provincial se le sustituye y en paz; el perjuicio electoral para el PP es siniestro. El escándalo está marcando la precampaña, sellará buena parte de la campaña y ha aniquilado la labor de Fabra de los últimos años, empeñado en levantar un muro infranqueable contra la corrupción. Su trabajo consistía en presentarse a las elecciones con un partido limpio. Era el colofón de oro de su largo recorrido contra las imputaciones, su bandera en España y la doctrina que le ha legitimado en el PP nacional. El caso Diputación le ha abierto los infiernos. De nuevo, suciedad sobre el PP valenciano. Y en plenos comicios.

Colisión, de nuevo. En un partido en regresión, cualquier crisis obliga a afilar las espadas. Alrededor de la investigación a Imelsa han colisionado otra vez las fuerzas en tensión sobre las que gravita el PPCV actual. Basta un movimiento para advertir que el conficto está vivo. Rita y Rus, por una parte; Fabra, por otra. Habría que señalar a Castellano para lograr el binomio exacto. Pero eso ya se verá después. El presidente no puede extender sus espacios mientras Rus y Rita posean sus feudos rocosos. Algunas campañas en los medios de comunicación lo constatan con transparencia infantil: los demonios de Rita y de Rus son análogos, se corporeizan bajo la misma forma y de ellos surgen las mismas voces macabras. Sobrevolándolos, en el cielo límpido y renovador, en cambio, anda Fabra, como un rayo de luz virtuoso, enviándoles mensajes que no son escuchados. Mecachis en la mar. Acabar con Rus y con Rita es el último sentido de esta obra. Ahora bien, no hay destino prefijado sin trueque mediador. Aunque esto parezca un tratado de anfibología, no lo es. Quiero decir que Fabra y Rus son refractarios y que los signos de debilidad están siendo aprovechados por el presidente hasta en la prensa. ¿Por qué viajar a Xàtiva y emitirlo después en palabra y en imagen?

La transición. La política es, en buena medida, el manejo de los tiempos. Si Rus se ha de ir, lo puede hacer bien o mal (bien o mal, según sus intereses, claro). Si lo hace mal, dejará campo abierto a Fabra y a Castellano. Si lo hace bien, atará su sucesión, que habría de pactar con Rita. Ahí, quien da primero, da dos veces. Como Rus no designe pronto a un sucesor, los problemas se le agravarán en el partido. Y fuera de él. Su gran error de los últimos tiempos ha consistido en ceder ante Fabra en la lista autonómica. Tan evidente es, que ya está pagando el desacierto.

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