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Jesús Civera

Guerra medieval

A estas alturas, parece evidente que el Palau tiene organizado el relevo de Rus. Organizado, estructurado e instituido. O sea, que ha pensado en el cocinero y también en el pinche. Y lo que es más evidente aún: Rus es consciente de las «exquisiteces» que le deparan sus vecinos de la plaza de Manises. Si algún día caviló sobre la posibilidad de levantar un partido, la lógica de los acontecimientos le invita a converger sobre esa idea original.

Nadie podría estar en disposición de contradecir hoy „porque las evidencias son tan enormes como los rastros legados en diarios y suelos„ la certidumbre de que el Palau gestiona información privilegiada del caso Imelsa. Mucho menos objetar que los papeles acusatorios entraron por los arcos góticos mediorreconstruidos a través de un alto/alta funcionario/funcionaria previo paso por la Benemérita.

Cuando se dispone de un amplio abanico de datos que abastecen la investigación es muy fácil „o es más fácil„ conjeturar el futuro o bien visualizar qué pasos acabarán dando los peones a los que se avista desde el torreón. La ventaja en el juego político es indudable: la perspectiva aumenta, las decisiones se adoptan sobre bases menos movedizas, las consecuencias se miden de otra manera y el dominio sobre hechos y destinos es manifiesto. El Palau registra, expande y mueve hilos.

Valencia no es Nueva York. Es más bien una mesa camilla donde, en no pocas ocasiones, los murmullos suelen anteceder a los hechos. Y donde el hedor de las cloacas „y hasta las vida crapulosas„ acaba aflorando. Los propios protagonistas de las peripecias, en cuanto se descuidan, cantan La Traviata: manifiestan sus cuitas subterráneas „que coinciden con los dominios políticos„ a voz en pecho. Ayer mismo Rus no se cortó. Produjo una amenaza y apuntó a su vecino en la plaza de Manises, como quien no quiere la cosa. Dijo: el complot es contra mí, no contra Imelsa o la Diputación. Y dijo, a continuación, también: el 25M diré de dónde proviene el complot, porque antes dañaría al partido. En el otro lado, Fabra volvió a advertir a Rus de que al menor indicio inculpatorio será apartado del partido. Rus ni siquiera está imputado. Pero cualquiera diría que ha matado a Manolete y a la familia de Manolete. En fin, todos los plazos de la negociación han sido vencidos y la guerra Fabra/Rus es cruenta. No hay marcha atrás. Es una guerra medieval, a lanzadas y al cuerpo.

Investidura. Mal por Susana Díaz. Las negociaciones para darle la confianza a alguien se han de basar en cuestiones programáticas, con el eje del bien común como fondo. No sobre la dimisión de personas, en este caso Griñán o Chaves, porque se empieza por ahí y se acaba aceptando el capricho como fundamento: quítenme a este señor que no me gusta o a aquel que no aprobó a mi yerno en la oposición. No hay debate de personas sino sobre las personas: sobre el tipo de sociedad y su mejor funcionamiento y eficacia. Lo demás es un reflejo autoritario. Griñán y Chaves no están condenados, sobre ellos pesa la presunción de inocencia (a Rus ni siquiera le ha llamado el fiscal). Si nos cargamos esa garantía, abrimos la puerta a un estado policial. Dicho esto, lo que deberían hacer Chaves y Griñán es marcharse.

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