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Un caso perdido

César: «Cuando hace unas semanas encontré en el aeropuerto a mi viejo compañero de estudios Emilio, no tardé mucho tiempo en descubrir que aquel abogado idealista se había convertido en un simple gestor de triquiñuelas legales con las que defender a gente de cuya culpabilidad no tenía la menor duda. Claro, él era rico y yo un abogado con hipotecas porque sólo escogía casos de gente con escasos recursos pero en cuya inocencia creía, aunque luego alguno me saliera rana. Se había casado con Juana, la chica más guapa e inteligente del curso por la que yo ni siquiera intenté luchar porque la consideraba inalcanzable a la vista de mis modestas ambiciones. A Emilio le ilusionó más que a mí el encuentro y me invitó a cenar en su casa para recordar los viejos tiempos y de paso restregarme por la cara su éxito y mi fracaso.

Un amigo lúcido del que sólo puedo esperar consejos valiosos me dijo que tener miedo al pasado es cosa de traidores hacia uno mismo, así que le llamé y una semana después se celebró el temido encuentro a tres. Bueno, a cuatro porque ellos tienen una hija de diez años tan silenciosa y formal que parecía un androide programado para causar buena impresión en los visitantes. No me regodearé en los detalles porque esto no es una novela rosa, pero lo cierto es que a los pocos minutos me di cuenta de que Juana miraba a su marido con desdén camuflado de excesiva amabilidad y a mí me dedicaba miradas expectantes. Cuando Emilio salió a la terraza a fumar, ella me dictó su número de teléfono, su dirección de correo electrónico y su seudónimo en Facebook, que sólo conocía ella y dos amigas de toda confianza con las que organizaba un crudo y desvergonzado cruce de diatribas contra los hombres en sus muros privados.

Yo creé mi propio perfil falso y le escribí un mensaje de bienvenida. He perdido un caso, le confesé en un privado por la noche. Era imposible ganarlo, añadí, pero al menos la dignidad de mi defendido quedó a salvo. Hacía tiempo que nadie me hablaba de dignidad, respondió ella. Y así empezó todo».

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