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También esto pasará

Esther: «No sucede a menudo y, por eso, cuando lo vives te atrapa una sensación especial, inédita e inaudita. Estás tan tranquila en esas sombras que has construido a lo largo de los años y, de repente, alguien extraño entra en ellas y las ilumina. Sin saberlo. En mi caso, una escritora. No la conocía. No soy una gran lectora de novelas pero suelo dejarme seducir por la intuición cuando doy una vuelta por alguna librería. Mis amigas prefieren hacerlo por tiendas de ropa, yo me pruebo palabras ajenas. Y llegué a un libro que me esperaba. Me gustó cómo sonaba el nombre de la autora: Milena Busquets. También el título, También esto pasará. Me recordaba una escena de mi película favorita, La boda de mi mejor amiga, se lo decía un desconocido a Julia Roberts después de que le rompieran el caparazón. Así me sentía yo desde hacía meses cuando cogí aquel libro. Lo abrí y leí una frase al azar, decía más o menos que la cara de ilusión es una de las más difíciles de fingir y va desapareciendo a medida que desaparecen las ilusiones, las verdaderas, las infantiles, y son sustituidas por meros deseos. Aquello podía haberlo escrito yo si tuviera talento, pero no lo tengo (y eso que asistí a varios talleres literarios donde me sacaron mucha pasta haciendo la gansa). Lo contrario de la muerte no es la vida, es el sexo, leí. Eso también me pertenecía sin ser mío. No necesitaba más. Aquella novela sobre el dolor de una hija por la muerte de su madre, cosida a la ficción desde la verdad, no iba a escaparse. Ni qué decir tiene que la leí de un tirón, como suelen decir las fajas promocionales poco trabajadas. Me vi tan reflejada en tantas cosas (incluso en los deslices amorosos) que llegué a preguntarme si aquello era realidad, si Milena no era fruto de mi imaginación y por eso su protagonista, como yo, se sentía arruinada y necesitaba que me desvalijasen, con aullidos íntimos y polvo de hadas cubriendo recuerdos que nunca se olvidan. Cuando terminé la novela, fui de visita al cementerio. Hacía 20 años que no entraba allí. Y me estaban esperando».

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