En su discurso de agradecimiento en nombre de los galardonados con los Premios Jaime I, entregados ayer en la Lonja de Valencia, el doctor Josep Brugada, distinguido en el apartado de Medicina Clínica, lanzó un SOS en nombre de la investigación y la ciencia. La fuga de cerebros provocada por la crisis y los recortes y la frustración de quienes no han podido desarrollar el trabajo para el que tanto se habían preparado amenazan con hacer que se pierda una generación entera, dijo el homenajeado. Brugada alertó ante el rey Felipe y buena parte de las autoridades valencianas de que hay unos «tiempos políticos» y unos «tiempos científicos», y que ambos no coinciden porque a menudo los representantes públicos operan en el plazo corto y la investigación necesita un impulso económico constante y duradero, sin resultados inmediatos.
Es una lástima que sólo la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados haya mantenido el tipo en este campo con 27 ediciones consecutivas de sus premios, fruto de la vitalidad y el empuje de Santiago Grisolía y de un grupo de empresarios que tuvieron y aún conservan su fe en el proyecto. En los últimos años, el singular carácter emprendedor de los valencianos se ha visto limitado por unas administraciones que dejaron caer los brazos casi a las primeras de cambio. Proyectos ambiciosos como el Centro de Investigación Príncipe Felipe, creado para albergar a 400 científicos, se truncaron como un castillo de naipes por la escasa capacidad económica de las instituciones. Tampoco las universidades han podido sostener el reto, acuciadas por la falta de fondos y por una deuda ya «prehistórica», como afirma el rector de la Politécnica, Francisco Mora, que nunca cobrarán de la Generalitat.
Hace bien el rey en pedir dinero público y privado para la ciencia, porque como se oyó ayer en la Lonja, no hay futuro sin la innovación, y por eso quienes se dedican a ella casi sin fondos ni medios merecen el emocionado aplauso que recibieron.
