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Siemprevivas, en plena forma

No tan sencillamente, sin embargo. Por caminos tal vez más enrevesados que los recorridos hasta ahora: sin rehuir los cortes abiesados, las piezas de difícil encaje, las mangas de complicado ajuste. Todo, sobre tejidos nada obedientes como el satén, tan insumiso a las costuras rectilíneas, pero de tan suave y acariciadora caída sobre el cuerpo.

En el acervo creativo de Siemprevivas pesa el concepto generador por encima de todo. Y esta vez han «escrito» con un abecedario ultrafemenino la más sutil alabanza a una naturaleza que pugna por colarse en el asfalto y a la que acogemos acoplando -en azoteas, balcones y miniterritorios tenaces- esos huertos urbanos» que nos rescatan del duro entorno de la ciudad. The Garden in your Closet como titular de la colección plasma intenciones e inspiración en un elocuente puzzle gráfico que Lucas y Adrián muestran con trazos de la escultora Cristina Almodóvar, el ceramista Paco Ortiz o fotos del botánico Karl Blosfeldt junto a una imagen de vestuario retrospectivo.

Todo ello nos conduce a ese mundo proverbial del dúo valenciano, oscilante entre las primeras fronteras del arte y la memoria cálida de un ayer todavía próximo. Así, el delicado colorido peculiar que los Siemprevivas confiesan inspirado en las antiguas paredes pintadas o los pavimentos mosaicos de su estudio, con esos tonos empolvados del rosa al verde humo, el cobre o el azul petróleo. Y las líneas holgadas, en conexión fraterna con aquella etapa de entreguerras que liberó a la mujer de encorsetamientos y perifollos.

La oposición del satén y el tul, que se le sobrepone, forma un juego insólito en vestidos de muy trabajadas mangas ranglán. Se sobrevaloran las espaldas con sorpresas de estructura y color o realzadas por tul plisado. Que, en forma de volante, subraya un original pantalón pirata de anchas tiras negras, celeste y malva, así como el desmangado blusón complementario. La nota evocadora resuena en conjuntos como el «pijama palazzo» en dos tonos rosa palo con la camisa provista de una «cortina» dorsal de tul prolongado en pliegues desde la cintura. Atrapa el atractivo, un poco a lo «Cotton Club», de los vestidos de satén negro con varios tirantes filiformes, o bien con volante de tul remarcando el corte diagonal. Contrapunto de vanguardia son los abrigos cortos y abombados en neopreno negro de relieve cuadriculado o en fina lana de vibrante color fucsia. Por vez primera en la trayectoria de Siemprevivas apareció un traje de noche largo, reposadamente elegante, bien hermanado en la singular gama de toda la colección, que se completaba con actualísimos zapatos de Etro y se presentó en La Cambra de Ricard Camarena, el bello reciento en lo alto del Mercado de Colón.

Un lugar certeramente elegido como el mejor escenario para esta colección, alusivo «huerto urbano», en un exquisito engranaje que, como símbolos femeninos y musicales, podría moverse entre Billie Holliday y Silvia Pérez Cruz, y estéticamente tanto me conecta con el universo floral pintado por Georgia O´Keeffe o con las esculturas sensuales de Jean Arp. Siemprevivas, que pronto darán a conocer su nuevo proyecto de bolsos de lujo con proyección mundial, nunca defraudan.

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