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Nos están pelando

Nuestro mundo se parece a un tren muy moderno, pongamos un AVE, que avanzase en una determinada dirección „no sé sabe cual„ pero que tiene al pasaje absorto en una proyección en la que sí aparece muy claro un destino prometedor y lleno de futuro: lástima que sólo sea un spot publicitario. Fantasmagoría se llama la figura, lo que explica que uno de cada tres jóvenes esté en riesgo de exclusión y pobreza (por falta de trabajo) y que los servicios de propaganda del régimen digan que «ha aumentado la confianza del consumidor». Pero miras las cifras y resulta que ese crecimiento es de tres décimas: el retorno de la fiebre consumista no llega ni a febrícula y da para una visita a Ikea o a la bodega a comprar una botella de vino del Villar.

Naturalmente preferiría otra cosa, pero eso no puede ser y además es imposible. Por eso los fabricantes de coches, al descubrirse que Volkswagen trucaba sus catalizadores, han disculpado al infractor con la declaración colectiva de que no llegarán a los objetivos de reducción de emisiones que habían anunciado, solo era eso, un anuncio. El aire es una entidad niña y leve, eléctrica como un gato y dulce como un lamento guardado en un cajón de madera de cerezo. Y han decidido amparar la pederastia. Mientras tanto, nosotros, muy entretenidos con los móviles de los diputados (autonómicos), como si fuéramos adolescentes viendo quién la tiene, la terminal, más grande y con más prestaciones.

Si se fijan, casi todos los sueldos buenos son, actualmente, o temporales „mientras dura la soldadura de las piezas del oleoducto o levantan la plataforma petrolífera„, o a extinguir: prejubilaciones y pensiones altas, a la espera de reducirlas todas mediante el estrangulamiento previo de los salarios y la siembra masiva de miedo, es pura descripción. Una deriva hacia un feroz tinglado oligárquico que nunca dependió, sólo, de las tendencias perversas del capitalismo, sino de una idiota percepción de nuestra categoría supuestamente inmarcesible. Distraídos con nuestras boinas y pamelas, no hemos querido ver como nos pelaban.

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