Ante el inexorable paso del tiempo sólo hay dos caminos la aceptación o la negación, mi padre que tiene 69 es de la primera opción, un señor orgulloso de sus canas y cargado de experiencias vividas que se reflejan en un rostro que si lo vieseis seguro os resultaría entrañable. Exactamente la misma edad tiene su compañero de clase en los Salesianos de Alcoy que ya de pequeño apuntaba maneras con una voz angelical que emocionaba a todos en el coro de la iglesia. Ese niño de nombre Camilo, creció y cambió su apellido Blanes por Sesto convirtiéndose en un artista universal y archiconocido. Hoy a punto de llegar a los 70, curiosamente la misma década en la que triunfó de forma gloriosa, ha elegido rotundamente la segunda opción, negar físicamente la llegada a la tercera edad a través del exceso y peor consejo de la mano que maneja el bisturí. Una adicción muy frecuente entre sus contemporáneos melódicos que en el caso de Camilo es llevada al extremo. Así el mismo día en el que las redes sociales ardían con la denuncia de Inma Cuesta contra el abuso del Photoshop, mi paisano reaparecía estrenando cara en QTTF y provocando estupor entre los presentes incluida una atónita Maria Teresa Campos. Reconozco que me asusté al ver lo que parecía una careta inexpresiva y pensé que la famosa media utilizada como filtro de cámara por Sara Montiel, hubiese resultado más natural y menos agresiva para la dermis de la voz y sobre todo para los miles de ojos que no dábamos crédito.
En América seguro que su disfraz triunfaba en la noche de Halloween, Camilo ahí es como un semidiós entre el público hispano, todo lo contrario que en su ciudad natal donde a estas alturas abunda más la mofa que el reconocimiento y donde todavía no se han dignado a homenajearle poniendo su nombre a una vía pública, lo cual reivindico. Porque a pesar de ser un espejismo de lo que fue, nuestro Dorian Gray local debería ser considerado al igual que la famosa obra literaria de Wilde, como uno de los clásicos modernos de la música occidental?
