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Ciudadanos: ¿oportunidad de oro o peligro mortal para el PP?

Hace un año, el cálculo electoral de Rajoy para permanecer en la Moncloa se basaba en encarnar el voto útil para todos aquellos ciudadanos que se ubicasen en la derecha o el centroderecha del espectro ideológico. La alternativa al PP -por mucho que fuera un PP en horas bajas- era un pacto entre PSOE y Podemos, dos partidos que, además, se disputaban entre sí la hegemonía en la izquierda. Como opción B, siempre larvada, pero siempre presente, una Gran Coalición PP-PSOE (liderada por el PP) que mantuviera el statu quo frente al peligro (real o supuesto) de Podemos.

Todo esto cambió con la llegada de Ciudadanos, un «Podemos» moderado, de centroderecha, con el que muchos exvotantes del PP (y del PSOE) podían sentirse cómodos. El «cambio tranquilo», avalado por los grandes empresarios y algunos medios de comunicación que venían apoyando a Albert Rivera y sus expectativas electorales con entusiasmo desaforado.

Ciudadanos erosiona el voto del PP, pero, al mismo tiempo, aumenta sus expectativas. Pensemos en lo sucedido en las recientes elecciones autonómicas y locales: después de estar toda la legislatura vagando como alma en pena, con todas las encuestas certificando la pérdida del poder, el PP de Alberto Fabra llegó a la recta final con expectativas razonables de sumar con Ciudadanos; o así lo decían las encuestas. No ocurrió en Valencia, pero sí en otras comunidades autónomas.

Más o menos lo mismo sucede ahora, pero con un aliciente añadido para el PP: el supuesto socio potencial del PSOE, Podemos, lleva meses desinflándose y perdiendo posiciones. Una debilidad reconocida por los propios líderes de Podemos, y constatada en las recientes elecciones en Cataluña y en los últimos sondeos.

Las flaquezas de Podemos contrastan con el nuevo ascenso de Ciudadanos, que esta vez, además, no está sustentado sólo en las encuestas y -digámoslo así- el entusiasmo de algunos editoriales y tertulias periodísticas; también en el magnífico resultado en Cataluña. De manera que, a ojos de muchos, la cuestión en las próximas elecciones generales ha pasado a ser un juego de tres actores: PP, PSOE y Ciudadanos. Y la gran pregunta es: ¿con quién pactará Ciudadanos?

En teoría, es un escenario bastante favorable para el PP, cuyas expectativas electorales continúan siendo mejores que las del PSOE. Y, si el PP es el más votado, es factible que obtenga el apoyo de Ciudadanos y pueda seguir gobernando. Sin embargo, el actual crecimiento de Ciudadanos se está dando, sobre todo, a costa del PP. Y, más a largo plazo, el problema para el PP puede ser mucho más grave. Por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, el PP tiene un rival en su espacio político, que alcanza a votantes de centro y también de su propia base electoral, ese rocoso suelo del 25 % consolidado desde los tiempos de Manuel Fraga.

Ciudadanos puede ser, para el PP, o bien el CDS o la UCD. El CDS, el partido que fundó Adolfo Suárez para las elecciones de 1982, que poco a poco logró hacerse un pequeño hueco en el centro, para después pactar con PSOE y PP indistintamente y desvanecerse tan súbitamente como había aparecido. El CDS acabó contribuyendo a ensanchar la base electoral del PP y también a centrarlo ideológicamente (un poco, al menos).

Pero Ciudadanos también puede aspirar a ser la UCD: un proyecto de centroderecha más moderno y dialogante que el PP, sin rémoras del pasado (no sólo la remota herencia franquista del PP, sino también la herencia, más reciente, de la corrupción). Una nueva UCD que se haga con el grueso de votantes del PP, exactamente al revés que como ocurriera en 1982. Un escenario peligrosísimo para el PP, porque lo pone en riesto todo: su hegemonía en la derecha, y su posición en el sistema bipartidista. En esto, Ciudadanos también puede ser un «Podemos» de derechas, pero quizás con más éxito que el que está teniendo el original.

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