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Martí

Adéu Paco, Adéu PNPV

Hacia meses que ya no se acercaba al Lisboa, abandonando una rutina diaria de café y Levante-EMV que hacía presagiar lo peor. Un gran lector y escritor de periódicos, un conversador cordial con una estima inconmensurable por el país que se ha ido sin ruido. Un liberal auténtico de esa derecha culta que tanto ha echado en falta el valencianismo. Hace más de treinta años cuando le subía los gin-tonics con aire de dandi a Queti Valera, la secretaria para todo de Eliseu Climent, en aquel cuchitril despacho de Moratín 15, ya sabía que su tiempo político había pasado, entre traiciones de los que creía suyos y el escepticismo ante las nuevas compañías. Cuando Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra decidieron que los valencianos no merecían una autonomía de primera entró en excedencia y dejó en manos de los nuevos profesionales del nacionalismo, entre ellos un jovencísimo Enric Morera, una reconstrucción que ha visto al final de su vida. Se jubiló en Madrid, en el grupo parlamentario de CiU, y allí aquella centrada minoría catalana nunca entendió como Valencia había dejado pasar el animal político que llevaba dentro. Su legado es el PNPV, una colla de gente leída, socarrona, vital y mujeriega, inasequible al desaliento y con las ideas muy claras, que al final ha pervivido y gobierna.

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