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Martí

Las cuentas

Hace más de once años Paco Roig paseaba un papel firmado por Mauricio Macri. El favorito para sustituir al clan Kirchner en Argentina era entonces presidente de Boca Juniors y aseguraba por escrito que Carlos Tévez sería valencianista si Roig ocupaba de nuevo la principal butaca de Mestalla. Días después El Tronaor vendió sus acciones a Bautista Soler por 31,5 millones. Paco Roig sería la personificación del peronismo autóctono, con amigos y enemigos en todos los ámbitos, sabedor que el fútbol concita unanimidades de corazón, el sentiment. Hasta sus mayores detractores reconocen su capacidad para construir el relato «Per un València campeó!», que despertó mucha autoestima canalizada a través de los principales colores balompédicos de aquí. Un reconocimiento que nunca tuvo Nicolau Primitiu, un valencianista auténtico, con un conocimiento efectivo de sus conciudadanos y que acuñó en tres palabras un programa difícil en esta orilla del Mediterráneo: treballar, persistir i esperar.

El cambio político salido de mayo anda entre claroscuros en espera de un claro halo de luz, quizás demasiado entretenido en deconstruir la administración anterior, ensayando un mestizaje de conveniencia y sin una narración compacta. El PP utilizó Canal 9 para fabricar una identidad valenciana ficticia que dio rédito electoral durante lustros, pero que terminó en ruina. En unas horas se destapan los presupuestos del Consell, la prueba del algodón de Ximo Puig. Si de las partidas de las conselleries solo salen titulares artificiosos sin soluciones visibles a problemas concretos poco se habrá adelantado. De esas cifras deben plasmarse mejoras en sanidad y educación, más bienestar social y las bases para recuperar la maltratada economía productiva.

Los estudiosos del peronismo destacan la gran convicción del general en sus alocuciones directas a las masas. «No prometer nada y darles todo», discursaba Juan Domingo Perón, aunque siempre vendió humo. Vacunados incluso ahora los argentinos contra el victimismo fácil, el vecino chileno Salvador Allende fue más sincero: «En vísperas de un nuevo año sería muy grato decirles que todo será fácil; desgraciadamente no es así».

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