El nuevo vicio confesable del que les vengo hablando últimamente tiene nombre y apellidos, y se llama Netflix. Ya les comenté la semana pasada las maravillas que la plataforma digital ha traído a este nuestro país, lo que no le dije es el gran papel que puede jugar la plataforma en la culturización de los ciudadanos. Sí, sí, como lo lee.
No se piense que exagero cuando digo que además de entretener, Netflix culturiza. Porque resulta que todos los contenidos se pueden escuchar en su idioma original, con subtítulos en español, en inglés, o como a usted le de la gana. Y esto para los españoles, nada duchos en eso de «las lenguas extranjeras» es todo un puntazo, ¿o no?
Y habrá gente que dirá que ver las películas en español es más cómodo, que el mundo de los doblajes da trabajo a muchos actores... Bla, bla, bla. Pero los tiempos cambian y, o nos adaptamos, o morimos.
Porque al borde de la muerte estuve yo el otro día al escuchar hablar a Albert Rivera en perfecto inglés (este chico tiene un no se qué... que «pa» qué)... Así es que desde entonces y cuando estoy en casa tengo Netflix todo el día puesto. Aunque no preste atención al argumento de lo que veo, pero creo yo que así abro oído y me acerco un poco más al político del momento, a esa generación de jovenzuelos que sin duda va a cambiar el país, dejando atrás pasadas glorias y tiempos cómodos en los que escuchar la tele en español era tendencia. Ahora lo moderno es mirar a Europa, apostar por lo nuevo y por supuesto, hablar inglés.
Y si ver la tele nos ayuda a ser un poco más modernos, en mí, por lo menos, pues aumenta el interés.
