Podían haber esperado. Pero tras 20 meses de análisis, el Ministerio de Fomento ha sacado a la luz su fórmula para abaratar la penetración del ferrocarril de alta velocidad en Valencia a través de un Parque Central que ya lleva meses en obras.
Podían haber esperado a después de las elecciones para ofrecer un proyecto que rebaja de 2.800 a 1.400 millones de euros la inversión en una red ferroviaria estratégica que lleva pendiente de definición desde 1986.
Podían haber esperado y así habrían evitado dar a los poderes locales de PSPV, Compromís y Podemos munición de agravio con la que disparar al PP durante la próxima campaña electoral.
Un túnel de un solo nivel, no de dos; un canal de acceso a la estación del Norte más ancho, que obliga a eliminar o trasladar los rascacielos que hubo que planificar para pagar el parque; la eliminación de las dos estaciones intermedias de Aragón y Universitats. En suma, un proyecto bienintencionado que tiene como principal defecto que empastra lo poco que ya estaba encarrilado y aboca a un retraso de otros cinco años.
Mientras otras ciudades han logrado del Gobierno proyectos ferroviarios que han resuelto problemas urbanos, en Valencia todo se atasca. La propuesta de Fomento cae ahora como un cambio de reglas con la partida empezada. La eliminación o el traslado de los rascacielos previstos obliga a modificar el plan urbanístico del gran rombo del Parque Central, con su redacción, su exposición al público, alegaciones, aprobaciones... Y sobre un terreno en el que hay un concurso internacional fallado, adjudicado y con las obras en marcha.
Podían haber esperado. Pero ya puestos, podían haber elaborado una propuesta valiente, con el AVE pegado al «by-pass», sin nuevo túnel urbano y con el del Cabanyal reservado para el tráfico del puerto. Habría habido base para el debate, y no para el rechazo o la confrontación.
