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Las cosas pequeñas

Del cine „de la incombustible Casablanca„ partió la frase popularizada al extremo, que en estas fechas ha sobrevolado la memoria colectiva: «Siempre nos quedará París». La capital francesa es un poco de todos, hasta de quienes nunca estuvieron allí pero albergan en sus sueños un París imaginado. Y claro está que el espantoso viernes 13 y su mortífera secuela han tocado directamente nuestros corazones, en los que siempre quedará un rinconcito añorante de la Ville Lumière. Las expresiones de dolor y solidaridad se han encadenado de las más diversas maneras y en todos los sectores. Nunca he oído en la radio tanta música francesa, sea Marin Marais, Erik Satie o la voz penetrante de Edith Piaf. En cada medio, nadie ha dejado de echar su cuarto a espadas. Desde esta modestísima parcela, la Mirada discreta quisiera dirigirse hoy hacia uno de los aspectos que más han identificado a Francia „y concretamente a su capital„ en la sencilla visión del pueblo llano: la moda. Hasta no hace tanto tiempo, «las modas» „como los bebés„ venían de París. Y tal vez su representante más genuino, que resulta conocido incluso a los más ajenos a ese mundillo, sea Christian Dior. Su apellido, tan fácilmente pronunciable en nuestra lengua, es de frecuente aparición hasta en los crucigramas. No en balde fue Dior el que devolvió a una Francia que respiraba apenas por la herida reciente de la Segunda Guerra Mundial, el ánimo, la joie de vivre (y una buena inyección a su economía) mediante el impulso dado a la haute couture manejando diestramente largos metrajes de tela en aquellas faldas voluminosas abrazadas estrangulando la cintura, que dieron forma al new look.

La onda expansiva de los bárbaros atentados parisinos nos ha alcanzado en muchos frentes. Por ejemplo, privando al grupo Alimara de celebrar su anunciada Tarde de moda, el sábado pasado, en el Palau de la Música, que Amnistía Internacional (a cuyo beneficio se dedicaba) suspendió una hora antes, con el consiguiente descalabro. Pero, cumplidas las manifestaciones solidarias, se trata ahora, no solo de aplicar el socorrido «la vida sigue», sino de recuperarla tal como la entiende nuestra civilización occidental, disfrutándola en plena libertad.

Estos días nuestra ciudad, además de abundantes actos culturales, da cabida a los que podrían considerarse más «frívolos», siempre que tengamos en cuenta que, según dijo no recuerdo qué filósofo, «la frivolidad es simplemente la curiosidad por las pequeñas cosas». Nada pequeño es, por cierto, el puesto que hoy ocupa la gastronomía. En este campo, mañana celebra el moderno restaurante El Balandret la presentación de su nueva carta, mediante un suntuoso cóctel/cena que contará con grandes regalos de Dicoval y de Skin Shop. En el capítulo moda, se espera al diseñador Miguel Carbonell y su nueva colección de corsés decorados a mano el próximo miércoles 25 en La Montiel. Y el exitoso tándem Amparo Chordá/Tono Sanmartín anuncia una exhibición por todo lo alto el 2 de diciembre en el Ateneo Mercantil. En efecto, sigue la vida. Y nos incita a vivirla a fondo.

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