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Operación rescate

Aunque la cosa, en términos prácticos, no parece que pueda ir mucho más lejos de lo que ha ido, el mayor problema de Cataluña será la resaca, un mal fango en el que se mezclará de todo y que puede ser caldo de cultivo de cosas peores. De hecho puede que ya hoy el principal impulsor del proces sea el miedo a la resaca, a la frustración y el despecho de buena parte de la sociedad catalana si de pronto cae en la cuenta de que tanta emoción consumida, tantos sueños soñados, tantas esteladas flameando, tantos proyectos, equipos y papeles, al final no sirven para mucho, y la imagen que querían proyectar al mundo -la madre de todos los eventos- se convierte en un fantasma que se va diluyendo en el aire. Será la hora de echarles un cabo, con una salida airosa para rescatarlos de la resaca. Pero que al menos estiren la manita, y muestren un poco de respeto (a la Ley, por supuesto).

Buen papel, moneda falsa. Cada uno tiene su sensibilidad: con ser muy grave que en Cataluña quieran romper de forma unilateral el contrato constitucional que habían votado, lo que más me molesta no es la secesión en sí; tampoco el oportunismo alevoso de aprovechar los momentos flacos del adversario para meter el estilete; ni siquiera la enorme insensatez de poner en grave riesgo una recuperación económica que aún esta en pañales. Lo que más me molesta es la pretenciosa gesticulación heroica de los líderes secesionistas, esos rostros contraídos por la emoción de vivir un momento histórico, las lágrimas, los abrazos entre compañeros del alma de una gesta que recordarán los tiempos. Me ofende porque todo ello toma la música de la mística de la liberación, cuando allí no hay opresión alguna de la que liberarse. O sea, me ofende por kitsch, como cualquier arte falso de toda falsedad, y me da vergüenza ajena.

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